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Friday, April 29, 2011

¿Qué futuro le espera al cristianismo?


 

¿SE HA mantenido puro el cristianismo, como luz del mundo, o se ha corrompido? ¿Se convertirá en la religión de toda la humanidad, o desaparecerá del mapa? Las respuestas a estas preguntas nos conciernen a todos.
 

Valiéndose de una parábola sencilla, Jesús indicó que poco después de que sembrara las semillas del cristianismo, entraría en acción su enemigo, Satanás (Mateo 13:24, 25). Por lo tanto, la transformación que sufrió el cristianismo durante sus primeros siglos no fue tan solo un fenómeno social, sino, más bien, el efecto de la intervención del Diablo. Hoy, las iglesias de la cristiandad perpetúan los errores del pasado y cosechan por ello las consecuencias (2 Corintios 11:14, 15; Santiago 4:4).
 

Se ataca furtivamente al cristianismo
 

Jesús pronosticó que se adulterarían sus enseñanzas, al decir: “El reino de los cielos ha llegado a ser semejante a un hombre que sembró semilla excelente en su campo. Mientras los hombres dormían, vino el enemigo de él y sobresembró mala hierba entre el trigo, y se fue”. Aunque parezca extraño, cuando los siervos avisaron al amo de la maldad que se había cometido y le pidieron permiso para arrancar la mala hierba, él les respondió: “No; no sea que por casualidad, al juntar la mala hierba, desarraiguen el trigo junto con ella. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega; y en la época de la siega diré a los segadores: Junten primero la mala hierba y átenla en haces para quemarla; entonces pónganse a recoger el trigo en mi granero” (Mateo 13:24-30).
 

Como explicó Jesús, el sembrador de trigo de esta comparación era él mismo, y las semillas, los cristianos verdaderos. Por su parte, el enemigo que sembró mala hierba entre el trigo no era otro que “el Diablo”. 

La mala hierba representaba a rebeldes apóstatas que fingirían servir a Dios (Mateo 13:36-42). El apóstol Pablo aclaró lo que sucedería: “Después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hechos 20:29, 30).
 

La corrupción del cristianismo
 

¿Se hicieron realidad la parábola de Jesús y la predicción de Pablo? Sin ninguna duda. Hubo hombres ambiciosos que asumieron el control de la congregación fundada por Jesús y la utilizaron para adelantar sus objetivos personales. Cristo había dicho a sus discípulos: “Ustedes no son parte del mundo” (Juan 15:19). Sin embargo, estos hombres sedientos de poder formaron alianzas con los gobernantes y crearon iglesias estatales que acumularon un poder y una riqueza inmensos. Dichas iglesias enseñaron “cosas aviesas”, o retorcidas, como que el ciudadano tenía que idolatrar a la patria y dar por ella hasta la última gota de su sangre. De este modo, los cristianos de nombre participaron en las cruzadas y masacraron a los “infieles”. 

Además, participaron en guerras homicidas contra quienes, en teoría, eran sus hermanos en la fe. Ciertamente, no demostraron neutralidad cristiana ni amor al prójimo (Mateo 22:37-39; Juan 15:19; 2 Corintios 10:3-5; 1 Juan 4:8, 11).
 

Es obvio que las iglesias que llevan siglos afirmando ser cristianas lo son tan solo de fachada. Así, no es raro que, como vimos en los artículos anteriores, anden siempre dividiéndose en nuevas confesiones, entrometiéndose en la política y manipulando a su antojo las leyes divinas. Tales frutos no nacen del cristianismo auténtico, sino del falsificado, del que sembró el Diablo. Entonces, ¿adónde se encamina la religión falsa? Como mostró Jesús en su parábola, desaparecerá, pero no solo por falta de respaldo popular, sino porque será juzgada y destruida.
 

Los verdaderos cristianos brillan en las tinieblas
 

Pero la parábola de Jesús muestra también que, antes de que se recoja y destruya “la mala hierba” (los cristianos falsos), tiene que ocurrir algo. Durante siglos, “la mala hierba” creció tanto que apenas dejaba ver al “trigo” (los cristianos verdaderos). 

Sin embargo, Jesús indicó que se separaría al trigo de la mala hierba durante “la siega”, que, como él mismo señaló, simboliza “la conclusión del sistema de cosas”. También añadió: “En aquel tiempo los justos resplandecerán tan brillantemente como el sol” (Mateo 13:39-43).

Los hechos indican que vivimos en la conclusión del sistema de cosas desde la primera guerra mundial, que estalló hace ya más de noventa años (Mateo 24:3, 7-12). ¿Se ha cumplido también esta parte de la parábola profética de Jesús?

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