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Thursday, May 26, 2011

Pensemos en qué decir y cómo decirlo


 

A medida que Salomón, el escritor del libro bíblico de Eclesiastés, redactaba su instructiva exposición sobre la vanidad de la vida, expresó sentimientos intensos respecto a este tema. “Odié la vida”, dijo él, e incluso en un momento dado la llamó “vanidad de vanidades” (Eclesiastés 2:17; 12:8, ).

Con todo, Eclesiastés no es un recuento de las frustraciones de Salomón. Él no se limitó a describir crudamente la realidad, pues al final del libro revela que “procuró hallar las palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad” (Eclesiastés 12:10). Otra traducción indica que “procuró expresar sus ideas de la mejor manera posible, y [...] con palabras claras y verdaderas” (Traducción en lenguaje actual).
 

Salomón evidentemente reconocía que necesitaba controlar sus sentimientos. En efecto, se preguntaba de continuo: “¿Es totalmente cierto lo que pienso decir? Si lo digo de esta manera, ¿cómo se sentirán los demás? ¿Les gustará? ¿Lo aceptarán?”. Al buscar “palabras deleitables” y ciertas, Salomón evitó que sus sentimientos nublaran su modo de pensar.
 

Gracias a ello, no solo contamos con una obra maestra de la literatura, sino también con una fuente de sabiduría divina que nos ilumina sobre el significado de la vida (2 Timoteo 3:16, 17). Si imitamos la forma en que Salomón dominó sus emociones al tratar un tema tan delicado, ¿lograremos comunicarnos mejor con nuestros seres queridos? Veamos un ejemplo.
 

Aprendamos a controlar nuestros sentimientos
 

Para ilustrarlo, digamos que un jovencito llega a casa con su libreta de calificaciones en la mano y con el ánimo por el piso. Cuando el padre ve la lista de materias y observa que no ha aprobado una de ellas, inmediatamente se enoja y recuerda las muchas ocasiones en que el hijo postergó sus tareas. Se siente con deseos de decirle: “¡Eres un holgazán! Si sigues así, ¡nunca vas a lograr nada en la vida!”.
 

Pero antes de permitir que el enfado domine su reacción, el padre debería preguntarse: “¿Es totalmente cierto lo que estoy pensando?”. Dicha pregunta le ayudará a evitar que las emociones le impidan ver la realidad de los hechos (Proverbios 17:27).

¿De verdad terminará siendo el hijo un fracasado porque tiene dificultades con una asignatura? ¿Es un holgazán para todo? ¿O será que ha dejado sin hacer algunas tareas porque hay conceptos que le cuesta entender? 

La Biblia destaca vez tras vez el gran valor de ver los asuntos de manera razonable y realista (Tito 3:2; Santiago 3:17). Para animar a su hijo, el padre tiene que emplear “palabras correctas de verdad”.

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