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Wednesday, May 25, 2011

Quienes siguen a Jesús aman a sus semejantes


 

 El último rasgo de la personalidad de Jesús del que hablaremos es el que más nos emociona: su amor por la humanidad. El apóstol Pablo escribió: “El amor que el Cristo tiene nos obliga” (2 Cor. 5:14). Cuando pensamos en el amor que Jesús le tiene a la humanidad en general, y a nosotros en particular, nos sentimos conmovidos y deseamos de todo corazón seguir su ejemplo.
 

 ¿Cómo demostró Jesús que amaba a la gente? Su mayor muestra de amor fue dar su vida por la humanidad (Juan 15:13). Pero también lo demostró de otras maneras a lo largo de su ministerio. Por ejemplo, sabía ponerse en el lugar de quienes sufrían. Cuando vio a María y a otras personas llorando por la muerte de Lázaro, se sintió profundamente conmovido. Aunque estaba a punto de resucitar a Lázaro, se sintió tan triste que “cedió a las lágrimas” (Juan 11:32-35).
 

 Al comienzo de su ministerio, un leproso se acercó a Jesús y le dijo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. ¿Qué le contestó Jesús? El relato indica que “él se enterneció”, y que a continuación hizo algo sorprendente: “Extendió la mano y lo tocó, y le dijo: ‘Quiero. Sé limpio’. E inmediatamente la lepra desapareció de él, y quedó limpio”. Jesús sabía que, de acuerdo con la Ley mosaica, los leprosos eran impuros. Sin duda alguna pudo haber curado a aquel hombre sin tocarlo. Sin embargo, no solo lo curó, sino que le permitió sentir el contacto de otro ser humano, tal vez por primera vez en años. ¡Qué acto tan compasivo! (Mar. 1:40-42.)
 

 Los discípulos de Cristo debemos amar a nuestros hermanos, y una manera de hacerlo es tratando de comprender sus sentimientos (1 Ped. 3:8). Quizá no nos resulte fácil entender cómo se siente un hermano que padece depresión grave o una enfermedad crónica, especialmente si nunca hemos pasado por algo así. Cabe notar, sin embargo, que Jesús comprendió a los enfermos aunque él nunca tuvo problemas de salud. ¿Cómo podemos tener una actitud similar? Escuchando pacientemente cuando un hermano que está sufriendo nos abre su corazón. Podríamos preguntarnos: “¿Cómo me sentiría si estuviera en su situación?”. Si somos capaces de percibir cómo se sienten los demás, nos será más fácil hablar “confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tes. 5:14). Esta es otra manera de imitar a Jesús.
 

 ¡Qué maravilloso es poder estudiar las palabras y los hechos de Jesús! Cuanto más aprendemos de él, mayor es nuestro deseo de imitarlo y de ayudar a otras personas a hacer lo mismo. Por lo tanto, sigamos con toda resolución al Rey Mesiánico ahora y para siempre.

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