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Saturday, July 2, 2011

Nunca dejemos de intensificar nuestro aprecio


 

“¡Cuán preciosos son tus pensamientos! Oh Dios, ¡hasta cuánto llega la gran suma de ellos!” (SALMO 139:17.)
 

SE TRATABA de un hallazgo sensacional. Durante las obras de restauración del templo de Jehová en Jerusalén, el sumo sacerdote Hilquías encontró “el libro de la ley de Jehová por la mano de Moisés”. Era seguramente el original, escrito unos ochocientos años antes. ¿Se imagina lo que sentiría el devoto rey Josías cuando se lo mostraron? Consciente de su inestimable valor, le pidió enseguida a Safán, el secretario, que lo leyera en voz alta (2 Crónicas 34:14-18).
 

 Hoy miles de millones de personas pueden leer la Palabra de Dios en su totalidad o en parte. ¿Les resta valor o importancia a las Escrituras este hecho? De ninguna manera, pues ellas contienen los propios pensamientos del Todopoderoso para beneficio nuestro (2 Timoteo 3:16). El salmista David expresó sus sentimientos hacia la Palabra de Dios en estos términos: “Para mí, ¡cuán preciosos son tus pensamientos! Oh Dios, ¡hasta cuánto llega la gran suma de ellos!” (Salmo 139:17).
 

 El aprecio de David por Jehová, su Palabra y la adoración pura nunca se desvaneció, como lo comprueban los hermosos salmos que compuso. Por ejemplo, en Salmo 27:4 escribió: “Una cosa he pedido a Jehová... es lo que buscaré, que pueda morar en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la agradabilidad de Jehová y para mirar con aprecio a su templo”. 

En el hebreo original, la expresión “mirar con aprecio” significa quedarse contemplando, escudriñar, mirar con placer, deleite, admiración... Es obvio que David era un hombre sumamente espiritual, que sabía apreciar las dádivas de Jehová y saboreaba cada bocado de las verdades por él reveladas. Sin duda, es un ejemplo digno de imitación (Salmo 19:7-11).

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