En el año 66 de nuestra era, los ejércitos romanos invadieron Judea. Los cristianos fieles sabían que Jesús les había mandado salir huyendo de Jerusalén tan pronto como pudieran, y cuando se les presentó la ocasión, así lo hicieron (Luc. 21:20-23). ¿Por qué actuaron tan rápido y con tanta decisión? Es obvio que habían tenido muy presente la advertencia de Jesús. Aunque seguramente comprendían que iban a afrontar dificultades a consecuencia de su decisión —pues Cristo también se lo había avisado—, estaban seguros de que Jehová nunca los abandonaría si se mantenían leales (Sal. 55:22).
Nosotros también debemos confiar con toda nuestra alma en Jehová, ya que él es el único que podrá salvarnos cuando este mundo atraviese la gran tribulación, que será el período de mayor sufrimiento de toda la historia. Antes de que Jehová ejecute su sentencia contra el resto del mundo, llegará un momento durante la gran tribulación en el que las personas desobedientes “desmaya[rán] por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada”.
Pero, a diferencia de los enemigos de Dios, los siervos leales de Jehová no temblarán aterrorizados. Más bien, estarán muy alegres, ya que comprenderán que su liberación es inminente (léase Lucas 21:25-28).
Ciertamente, a quienes se mantienen separados del mundo y sus “elementos” les aguarda un emocionante futuro. Pero, como veremos en el próximo artículo, para obtener vida eterna no basta con evitar las cosas malas. También hay que esforzarse por tener las cualidades y obras que agradan a Jehová (2 Ped. 3:11).
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