Aunque la mayoría de las religiones de la cristiandad rechazan la esperanza de la vida eterna en la Tierra, Satanás no ha logrado mantener oculta la verdad. A lo largo de los siglos, algunos lectores concienzudos de la Biblia vieron destellos de luz, pues entendieron hasta cierto grado lo que Dios hará para que la humanidad recobre la perfección (Sal. 97:11; Mat. 7:13, 14; 13:37-39).
En el siglo XVII, la impresión de la Biblia y su traducción a diversos idiomas pusieron las Escrituras al alcance de muchas más personas. En 1651, un erudito escribió: “Si con Adán todos mueren, y han perdido el paraíso y la vida eterna en la tierra, con Cristo [...] todos los hombres habrán de vivir también en la tierra, ya que de otro modo la comparación no sería correcta” (léase 1 Corintios 15:21, 22).
Uno de los poetas de habla inglesa más importantes, John Milton (1608-1674), habló en sus obras El Paraíso perdido y El Paraíso recobrado sobre la recompensa que los seres humanos fieles recibirán en un paraíso terrestre. Aunque Milton dedicó gran parte de su vida a estudiar las Escrituras, él mismo reconoció que la verdad no se comprendería por completo sino hasta la presencia de Cristo.
Otra persona que tenía profundo interés en la Biblia fue el célebre matemático Isaac Newton (1642-1727). Newton llegó a la conclusión de que los santos serían resucitados en el cielo y reinarían junto con Cristo (Rev. 5:9, 10). Y en cuanto a los súbditos del Reino, escribió lo siguiente: “La tierra seguirá siendo habitada por [seres humanos] mortales después del día de juicio, y no solo por mil años, sino para siempre”.
Newton pensaba que la presencia de Cristo tardaría siglos en llegar. Y el historiador Stephen Snobelen explica por qué: “La grave apostasía trinitaria que rodeaba a Newton provocó en él un profundo pesimismo. Esa era una de las razones por las que creía que aún faltaba mucho tiempo para que llegara el Reino de Dios”.
Las buenas nuevas del Reino seguían ocultas, y en su día Newton no veía ningún movimiento cristiano capaz de proclamarlas. Él escribió: “Las profecías de Daniel y de Juan [registradas estas últimas en el libro de Revelación] solo se entenderán en el tiempo del fin”. Luego añadió: “Daniel dijo que ‘entonces, muchos andarán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará’, pues el Evangelio tendrá que predicarse en toda nación antes de la gran tribulación y el fin del mundo.
Para que la muchedumbre que lleva ramas de palmera en las manos y que sale de esta gran tribulación sea innumerable y salga de todas las naciones, primero debe predicarse el Evangelio” (Dan. 12:4; Mat. 24:14; Rev. 7:9, 10).
En los días de Milton y de Newton era peligroso expresar opiniones contrarias a la doctrina oficial de la Iglesia. Por eso, gran parte de sus escritos religiosos se publicaron después de su muerte. Por otro lado, la Reforma del siglo XVI no había cambiado en nada la enseñanza de la inmortalidad del alma, y las principales iglesias protestantes siguieron enseñando la idea de Agustín de que el Milenio no era un suceso futuro, sino pasado. ¿Aumentaría el conocimiento en el tiempo del fin?
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