LAS páginas de la historia están repletas de odio y derramamiento de sangre. No obstante, en medio de circunstancias trágicas hay personas que realizan extraordinarias obras de altruismo y generosidad. Entonces, ¿cómo es posible que algunos se conviertan en asesinos a sangre fría y otros lleguen a ser sumamente humanitarios? ¿Por qué a veces afloran instintos feroces en el comportamiento humano?
La imperfección y la conciencia
La Biblia dice sin rodeos que “la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Génesis 8:21). Por eso no extraña que hasta los niños tengan una inclinación innata a portarse mal (Proverbios 22:15). De hecho, todos nacemos con la tendencia a obrar mal (Salmo 51:5). A fin de obrar bien, debemos hacer un gran esfuerzo, como si remáramos contra la corriente.
Ahora bien, los seres humanos tenemos la facultad de la conciencia: el sentido innato del bien y del mal que influye en la mayoría de nosotros para que nos comportemos según lo que se considera moral. Por eso hasta quienes carecen de formación moral pueden hacer cosas buenas (Romanos 2:14, 15). Sin embargo, nuestra inclinación a obrar mal puede ocasionarnos un conflicto interno. Pero ¿hay algún otro factor que influya en nuestra lucha entre lo bueno y lo malo?
Un entorno corrompido
Tal como el camaleón adopta el color de su entorno, el que anda con delincuentes termina adoptando su mala conducta. De ahí que la Biblia dé el siguiente consejo: “No debes seguir tras la muchedumbre para fines malos” (Éxodo 23:2). Por otra parte, quien se relaciona con personas honradas, rectas y de elevadas normas morales tiende a imitarlas (Proverbios 13:20).
Sin embargo, el hecho de que nos cuidemos de las malas compañías no significa que lo malo no vaya a influir en nosotros. Como somos imperfectos, la maldad que habita en lo más recóndito de nuestro ser puede aflorar en cualquier momento (Génesis 4:7). Y además, no hace falta salir del hogar para exponernos al mal. Hay programas de televisión, videojuegos y películas que exaltan la violencia y la venganza. Incluso mantenernos al día con las noticias nacionales e internacionales puede terminar insensibilizándonos ante el dolor y la angustia que aquejan a la humanidad.
¿Por qué está tan corrompido nuestro entorno? La Biblia da la respuesta: “El mundo entero está bajo el control del maligno” (1 Juan 5:19, Nueva Versión Internacional). En las Escrituras se afirma que este maligno, el Diablo, es un mentiroso y un homicida que se vale de su mundo para propagar el mal (Juan 8:44).
Dado que todos estos factores repercuten en nuestra personalidad y conducta, quizá haya quien razone que no se le puede culpar de sus malas acciones. Pero ese razonamiento no es válido. Cada uno es responsable de sus actos. Tal como el volante de un auto o el timón de un barco controlan la dirección que estos toman, nuestros pensamientos controlan nuestras acciones.
¿Qué decisión tomará?
Toda acción intencionada, sea buena o mala, se origina en la mente. Si uno piensa en cosas limpias y positivas, obrará bien. Por el contrario, si uno permite que los deseos egoístas germinen en la mente, es muy probable que acabe obrando mal (Lucas 6:43-45; Santiago 1:14, 15). Así, puede decirse que una persona tiene la opción de ser tan buena o tan mala como ella lo decida.
Afortunadamente, la Palabra de Dios enseña que es posible aprender a hacer lo bueno (Isaías 1:16, 17). La clave está en el amor, pues “el amor no obra mal al prójimo” (Romanos 13:10). Si cultivamos amor al prójimo, nos resultará impensable hacerle daño.
Eso fue lo que aprendió Ray, un joven de Pensilvania (Estados Unidos). Como creció en un ambiente violento, siempre andaba en peleas, y tenía tan mal genio que hasta se ganó un apodo que aludía a su agresividad. Pero al ir poniendo en práctica los principios bíblicos fue cambiando poco a poco. Él reconoce que no se le hizo fácil. De hecho, en ocasiones se sentía como el apóstol Pablo, quien confesó: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo” (Romanos 7:21). Tras años de firme empeño, ahora Ray es capaz de “vencer [...] el mal con el bien” (Romanos 12:21).
¿Por qué vale la pena esforzarse por andar “en el camino de los buenos”? (Proverbios 2:20-22.) Porque a la larga el bien triunfará sobre el mal. La Biblia asegura que Dios borrará todo rastro de maldad, pues dice: “Los malhechores mismos serán cortados [...]. Y solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será [...]. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (Salmo 37:9-11). ¡Qué magnífico futuro! No hay duda de que vale la pena esforzarse por hacer el bien.
¿SE LO HA PREGUNTADO?
● ¿Por qué no deberíamos culpar a otros de nuestras malas acciones? (Santiago 1:14.)
● ¿Es posible dejar el mal camino? (Isaías 1:16, 17.)
● ¿Acabará algún día la maldad? (Salmo 37:9, 10; Proverbios 2:20-22.)
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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