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Saturday, April 9, 2011

¿Concuerdan la ciencia y la Biblia?


 

DESDE los aviones y las bombas atómicas hasta las células manipuladas genéticamente y la clonación de ovejas, nuestro siglo XX ha sido una época dominada por la ciencia. Los científicos han llevado el hombre a la Luna, han erradicado la viruela, han revolucionado la agricultura y han puesto la comunicación instantánea al alcance de miles de millones de personas por todo el mundo. No es, pues, de extrañar que cuando los científicos hablan, la gente les preste atención. ¿Qué opinión tienen los científicos sobre la Biblia? ¿Y qué nos dice la Biblia, por su parte, sobre la ciencia?
 

¿Carecen de rigor científico los milagros?
 

“Los hombres de ciencia creen en la relación ‘causa-efecto’; consideran que para todo existe una explicación completamente natural”, dice una enciclopedia contemporánea. Los estudiantes de la Biblia también aceptan los principios demostrados por la ciencia. No obstante, reconocen que la Biblia a menudo narra sucesos milagrosos que el conocimiento científico actual no explica, como, por ejemplo, la detención del Sol en los días de Josué o el hecho de que Jesús caminara sobre las aguas. (Josué 10:12, 13; Mateo 14:23-34.) Dichos milagros, sin embargo, se presentan como producto de la actuación sobrenatural del poder de Dios.
 

Este punto reviste crucial importancia. Si la Biblia aseverara que la gente puede caminar sobre el agua sin intervención divina, o que el movimiento aparente del Sol en el cielo puede interrumpirse sin ningún motivo, parecería contradecir los hechos científicos. Pero al atribuir tales sucesos al poder de Dios, más que contradecir a la ciencia, lo que hace es llevar los asuntos a un plano que excede a la comprensión de esta.
 

¿Contradice la Biblia a la ciencia?
 

Por otra parte, ¿qué podemos decir de los pasajes bíblicos que tratan de hechos comunes de la vida diaria o que aluden a plantas, animales o fenómenos naturales? Curiosamente, no hay ningún ejemplo demostrado de que en tales casos la Biblia contradice los hechos científicos conocidos cuando se tiene en cuenta el contexto.
A título de ejemplo, la Biblia emplea frecuentemente lenguaje poético que refleja los conceptos de personas que vivieron hace milenios. Cuando el libro de Job dice que Jehová bate los cielos “como un espejo fundido”, describe muy bien los cielos como un espejo metálico que refulge. (Job 37:18.) No hay por qué interpretar la imagen literalmente, como tampoco entenderíamos en el sentido literal la imagen de que la Tierra tiene “pedestales con encajaduras” o una “piedra angular”. (Job 38:4-7.)
 

 Este hecho es importante porque numerosos comentaristas han tomado a la letra tales imágenes. (Véase 2 Samuel 22:8; Salmo 78:23, 24.) Han concluido que la Biblia enseña algo como lo siguiente, según The 
Anchor Bible Dictionary:
 

“Se concibe la Tierra sobre la cual habita la humanidad como un objeto sólido, redondo, tal vez un disco, flotando sobre una expansión acuosa sin límites. Paralelo a este cuerpo inferior de agua hay un segundo cuerpo arriba, igualmente ilimitado, de donde desciende la lluvia a través de agujeros y canales perforados en el embalse celeste. La Luna, el Sol y las demás lumbreras están fijas en una estructura arqueada sobre la Tierra. Dicha estructura constituye el ‘firmamento’ (ra‧qí‧a‛) común de la narración sacerdotal.”
 

Obviamente, esta imagen discrepa de lo que enseña la ciencia moderna. Ahora bien, ¿es esta una evaluación justa de la enseñanza bíblica sobre los cielos? En absoluto. The International Standard Bible Encyclopaedia indica que semejantes descripciones del universo hebreo “en realidad se basan más en las ideas prevalecientes en Europa durante la Edad Media que en alguna declaración específica del A[ntiguo] T[estamento]”. ¿Cómo se originaron estas ideas medievales? Según lo explica David C. Lindberg en The Beginnings of Western Science (Orígenes de la ciencia occidental), se cimentaron en buena parte en la cosmología del antiguo filósofo griego Aristóteles, cuyas obras fueron la base de gran parte del conocimiento medieval.
 

El que Dios hubiera hecho que la Biblia se escribiera en lenguaje atractivo para el científico del siglo XX hubiera carecido de sentido y hubiera distraído la atención del lector. En vez de contener fórmulas científicas, la Biblia cobra vida con imágenes vívidas tomadas de la vida diaria de las personas que las consignaron por primera vez, imágenes que hoy crepitan con fuerza perenne. (Job 38:8-38; Isaías 40:12-23.)
 

Conocimiento de una fuente superior
 

Es interesante notar, sin embargo, algunas referencias bíblicas que, al parecer, reflejan conocimiento científico que no estaba al alcance de la gente de aquel entonces. Job dijo que Dios estaba “extendiendo el norte sobre el lugar vacío, colgando la tierra sobre nada”. (Job 26:7.) La noción de que la Tierra estuviera suspendida “sobre nada” difería muchísimo de los mitos de la mayoría de los pueblos antiguos, que la imaginaban posada en elefantes o tortugas marinas. La Ley Mosaica contiene requisitos higiénicos muy adelantados a los conocimientos médicos de la época. No cabe duda de que la legislación acerca de los que presentaban indicios de lepra y la prohibición de tocar cadáveres salvaron muchas vidas israelitas. (Levítico 13; Números 19:11-16.) En agudo contraste, las prácticas de los asirios se describen como “una mezcla de religión, adivinación y demonología”, e incluían tratamientos con estiércol de perro y orina humana.
 

Como es de esperar de un libro inspirado por el Creador, la Biblia contiene información científicamente exacta muy aventajada para su tiempo, si bien nunca se enreda en explicaciones científicas que no hubieran tenido ningún significado para los antiguos o los hubieran confundido. No hay nada en la Biblia que contradiga los hechos probados científicamente. Por otra parte, la Biblia sí contiene mucha información que está en desacuerdo con teorías no probadas, como la teoría de la evolución.

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