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Saturday, April 9, 2011

¿Debería dejarse guiar por la conciencia?


 

MIENTRAS camina por una calle concurrida, pasa junto a una mujer muy elegante y se fija en que, sin que ella se dé cuenta, se le cae al suelo un fajo de billetes. Mientras usted se agacha para recogerlo, la ve entrar rápidamente en una limusina. ¿Qué hará? ¿La llamará, o se apresurará a meterse los billetes en el bolsillo?
Todo depende de la conciencia. ¿Qué le diría a usted la suya? Más importante aún, ¿puede confiar en los dictados de su conciencia? ¿Puede dejarse guiar por su conciencia con toda confianza?
 

Qué es la conciencia
 

Se ha dicho que la conciencia es un sentido natural de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es justo e injusto, moral e inmoral. En Romanos 2:14, 15 la Biblia explica cómo funciona: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”. Por consiguiente, se ha concebido la conciencia para ayudarle a evaluar situaciones, tomar buenas decisiones y juzgar las decisiones que ha tomado. Pero ¿puede confiar en ella?
 

Depende. Lo cierto es que hay suficiente base para probar que una conciencia descarriada puede conducir a mala conducta. El hecho de que la conciencia de una persona le permita seguir cierto proceder no es garantía de que Dios lo pase por alto. Por ejemplo, antes de hacerse cristiano, Saulo de Tarso encabezó la persecución de los cristianos. Hasta aprobó el asesinato del mártir cristiano Esteban y fue cómplice de aquel acto. Sin embargo, su conciencia no le condenó. (Hechos 7:58, 59; Gálatas 1:13, 14; 1 Timoteo 1:12-16.)
 

En la Alemania nazi, durante la II Guerra Mundial, muchos miembros de las SS dijeron que cuando torturaban y daban muerte a millones de personas en los campos de concentración de Hitler, solo estaban cumpliendo órdenes. Su conciencia les permitió cometer aquellas atrocidades. Pero el juicio del mundo —por no decir el de Dios— no perdonó sus actos. En conformidad con la justicia, fueron condenados.
 

¿Por qué no cumple bien su función?
 

¿Cómo se explica que algo creado por Dios no cumpla bien su función? La Biblia lo aclara. La desobediencia de Adán precipitó al hombre en el pecado, que continúa “reinando” y presionando a los hombres para que obedezcan sus deseos. (Romanos 5:12; 6:12.) La conciencia del hombre, en un principio perfecta, se corrompió; a partir de entonces, la fuerza impulsora del pecado compite con ella. (Romanos 7:18-20.) Esto creó el conflicto que tan familiar nos resulta: “Hallo, pues, esta ley en el caso mío: que cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo. [...] Contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. (Romanos 7:21-23.)
 

Además de esta debilidad heredada, la conciencia también se ve afectada por estímulos externos. Por ejemplo, la presión de los semejantes obviamente pervirtió o reprimió la conciencia de los miembros de las SS nazis mencionados antes. (Compárese con Proverbios 29:25.) Además, también afecta alimentar la mente con cosas que no son sanas, como la inmoralidad y la violencia de muchos programas de televisión, películas y libros. Si vemos cosas como esas continuamente, con el tiempo no nos parecerán tan malas, y nuestra conciencia se debilitará. Dicho de otra forma: “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.)
 

Si a una persona se la enseña a conocer y respetar las leyes de Dios, lógicamente su conciencia será una guía más confiable que si no recibe tal instrucción. Sin embargo, hasta una persona que entiende y aprecia los caminos de Dios de vez en cuando puede descubrir que por culpa del pecado y la imperfección heredados, y quizás también de influencias externas, su conciencia no es una guía confiable.
 

¿Qué hacer?
 

¿Es posible transformar la conciencia, hacerla más sensible a los buenos principios? Sí. Pablo dijo a los cristianos que “mediante el uso [ellos podían tener] sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto”. (Hebreos 5:11-14.) Dicho uso y enseñanza engloban el estudio de la Biblia, dando atención especial al modelo perfecto que nos dejó Jesucristo. (1 Pedro 2:21, 22.) Después, a medida que usamos nuestras facultades perceptivas para tomar decisiones, la conciencia nos alejará cada vez más de los pensamientos y las acciones malas y nos estimulará a hacer lo que es honorable y correcto.
 

Aun así, nunca debemos volvernos farisaicos o irnos al extremo de decir que algo está bien mientras ‘no nos moleste la conciencia’. El uso apropiado y seguro de la conciencia humana imperfecta puede ilustrarse con los buenos hábitos de conducción de un automovilista prudente. Cuando este quiere cambiar de carril, primero echa una mirada instintivamente por el espejo retrovisor. Si ve un automóvil, sabe que no es seguro cambiar de carril. Sin embargo, aunque no vea nada, el conductor prudente reconoce que existen ciertos puntos ciegos, que con el espejo retrovisor no siempre se ve todo. Por eso, antes de hacer la maniobra, gira también la cabeza para comprobar que el carril esté libre. Con la conciencia pasa lo mismo. Si le avisa, obedézcala. Pero aunque al principio no le alerte, sea como el automovilista prudente: investigue más para asegurarse de que no hay peligro.
 

Examine su modo de pensar para ver si está de acuerdo con el de Dios. Evalúe su conciencia a la luz de Su Palabra. En Proverbios 3:5, 6 se da un consejo muy juicioso: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”.
 

De modo que es sensato escuchar a la conciencia. Pero más sensato aún es comparar todo lo que hacemos con la voluntad de Dios revelada en su Palabra. Solo entonces podremos decir con seguridad: “Confiamos en que tenemos una conciencia honrada”. (Hebreos 13:18; 2 Corintios 1:12.)

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