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Saturday, April 9, 2011

¿Destruirá un desastre cósmico nuestro mundo?


 

EL 12 de marzo de 1998, los titulares de los periódicos, las pantallas de televisión y los sitios en Internet de todo el mundo difundieron esta inquietante noticia: “Asteroide de un kilómetro y medio de diámetro se dirige hacia la Tierra”. Tanto los investigadores como el público en general se apresuraron a averiguar cuánto peligro había realmente. Los astrónomos pronto concluyeron que las posibilidades de un choque eran nulas.
 

No obstante, en medio del alboroto surgió una nueva conciencia. “Tal vez lo más llamativo de esta falsa alarma sea que, pese a lo aterradora, causó muy poca sorpresa a muchas personas”, dijo la revista U.S.News & World Report. “Hace una década o más, la idea de que los habitantes de la Tierra deberíamos estar alertas por si aparecieran más objetos de esa clase y planear hacer algo al respecto hubiera parecido descabellada, pero ahora los investigadores y hasta algunos políticos piensan que la amenaza, aunque mínima, es real.”
 

Algunos astrónomos creen que unos dos mil objetos de tamaño suficiente para causar una catástrofe mundial vuelan a toda velocidad por el espacio en trayectorias que cruzan la órbita terrestre o se acercan a ella. 

Incluso si uno relativamente pequeño chocara contra la Tierra —dicen—, la explosión tendría una potencia equivalente a la detonación simultánea de varias armas nucleares. Las consecuencias de un impacto de esa naturaleza serían catastróficas para el planeta y sus habitantes, tanto humanos como animales.
 

En ese tipo de predicciones y cálculos nefastos frecuentemente se deja de lado la opinión del Creador del universo, Jehová Dios (Salmo 8:3; Proverbios 8:27). En la Biblia, él ha plasmado claramente su voluntad y propósito para la Tierra y el género humano. ¿Permitirá que un desastre cósmico destruya nuestro mundo?
 

Control divino sobre el universo
 

Puesto que Jehová es el Creador todopoderoso del universo, es razonable concluir que tiene la facultad de controlar totalmente las fuerzas que rigen los cuerpos celestes. El sabio rey Salomón dijo que Jehová “afirmó sólidamente los cielos con discernimiento” (Proverbios 3:19). El profeta Jeremías declaró que Dios es “Aquel que por su entendimiento extendió los cielos” (Jeremías 51:15).
 

Jehová ha implantado las leyes y fuerzas que controlan los movimientos de los cuerpos celestes, como las estrellas, los planetas, los cometas y los asteroides (Isaías 40:26). No obstante, parece que él deja que las estrellas y los planetas cumplan sus ciclos naturales de nacimiento, vida y muerte metafóricos sin su constante intervención. Eso incluye los tremendos choques de cuerpos celestes que a veces se producen. Un ejemplo reciente es la colisión que tuvo lugar en julio de 1994, cuando fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 se estrellaron contra el planeta Júpiter.
 

Hay prueba geológica de que en tiempos prehumanos grandes rocas procedentes del espacio exterior impactaron en la Tierra. ¿Ocurrirá algo similar en nuestro poblado planeta? ¿Qué sucedería si, por ejemplo, un asteroide de un kilómetro y medio de diámetro chocara contra la Tierra? El astrónomo Jack Hills ha predicho que el impacto desencadenaría una energía millones de veces superior a la de la bomba que arrasó Hiroshima. Si cayera en el mar, se producirían maremotos que inundarían las costas. “Donde había ciudades, solamente quedarían marismas”, dijo Hills. Los peores vaticinios hablan de la aniquilación total del género humano. ¿Concuerdan tales previsiones nefastas con la voluntad de nuestro Creador para la Tierra? La Biblia muestra que este planeta ocupa un lugar especial en el propósito de Jehová.
 

La Tierra, creada con un propósito
 

Con referencia a nuestro orbe, el salmista señala: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres” (Salmo 115:16). Isaías dice que Jehová es “el Formador de la tierra [...] Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada” (Isaías 45:18). La Tierra es la herencia que Jehová ha dado a la humanidad, y puesto que nuestro Creador tiene proyectado un futuro eterno para los seres humanos que le temen, esta permanecerá para siempre como su hogar perdurable. El Salmo 104:5 nos garantiza: “[Jehová] ha fundado la tierra sobre sus lugares establecidos; no se le hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre”.
 

Es cierto que Dios ha permitido que en nuestro planeta ocurran algunos desastres de gran magnitud que han causado la muerte de muchos seres humanos. Algunos de ellos —como las guerras, hambrunas y epidemias— han sido total o parcialmente consecuencia de la codicia, la necedad y la crueldad de los seres humanos (Eclesiastés 8:9). Otros —como los terremotos, las erupciones volcánicas, las inundaciones y las tormentas— son producto de fenómenos naturales que el hombre aún no entiende del todo. Contrario al propósito original de Dios, los seres humanos ya no son perfectos, sino pecadores. En consecuencia, hoy no podemos esperar que nos proteja individualmente de los denominados desastres naturales.
 

Sin embargo, Jehová nunca ha permitido que la existencia de los seres humanos sobre la Tierra se vea seriamente amenazada. Desde la creación del hombre, la historia confirmada no habla de ningún incidente en que una catástrofe natural amenazara la existencia de toda la humanidad.
Garantías para la supervivencia del género humano
 

Desde los albores de la historia humana, el propósito de nuestro Creador ha sido que el hombre ‘llene la tierra y la sojuzgue’ (Génesis 1:28; 9:1). Él prometió que “los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:9, 11, 22, 29). Con respecto a Sus promesas, ha confirmado: “Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré” (Isaías 46:10; 55:11; Salmo 135:6).
 

La Biblia no descarta la posibilidad de que algún fenómeno cósmico cause una calamidad terrestre en pequeña escala. Sin embargo, podemos confiar en que Jehová no permitirá que ninguna catástrofe cósmica frustre su propósito declarado para la Tierra y la humanidad. Las promesas bíblicas nos dan la certeza de que nuestro planeta permanecerá habitable para siempre. En efecto, será el hogar de la humanidad hasta tiempo indefinido (Eclesiastés 1:4; 2 Pedro 3:13).
 

[Nota]
 

El diluvio del tiempo de Noé fue un instrumento de ejecución divina, pero Jehová tomó medidas para que algunos humanos y animales sobrevivieran (Génesis 6:17-21).

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