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Sunday, May 15, 2011

¿Cuál es el propósito de Dios?


 

MUCHAS personas que cuestionan la existencia de un Dios omnipotente y amoroso preguntan: Si existe, ¿por qué ha consentido en el transcurso de la historia tanto sufrimiento y tanta maldad? ¿Por qué tolera la deplorable situación actual? ¿Por qué no elimina la guerra, la injusticia, la pobreza y otras lacras que se hallan en alarmante auge en muchísimos países?
 

Hay quienes dicen que Dios creó el universo, colocó a los seres humanos en la Tierra y luego dejó que se las arreglaran por sí solos. Según este parecer, él no sería culpable de las desgracias y amarguras que se acarrea la gente por su codicia o su mala gestión.
 

Otras personas, en cambio, desestiman esta teoría. Por ejemplo, Conyers Herring, profesor de Física y creyente en Dios, dice: “Rechazo el concepto de un Dios que en tiempos remotos puso en marcha un enorme mecanismo y luego se quedó sentado observando mientras el hombre se debate con sus enigmas. Una razón por la que lo descarto es porque en mi experiencia científica no hallo motivos para creer en un modelo de ‘mecanismo’ celeste que no precise nunca rectificaciones. Nuestras teorías científicas [...] siempre serán susceptibles de mejoras, pero estoy seguro de que jamás resultarán perfectas. Me parece menos arriesgado tener fe en la fuerza viviente que permite tal perfeccionamiento”.
 

Dios tiene un propósito
 

El designio original de Dios para la Tierra era que la habitaran seres humanos justos y perfectos. El profeta Isaías escribió: “Esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella, Él, Aquel que la estableció firmemente, que no la creó sencillamente para nada, que la formó aun para ser habitada” (Isaías 45:18).
 

En vez de poblarla creando directamente a todas las personas, Dios se propuso llenarla valiéndose de la procreación del ser humano. Cuando Adán y Eva se rebelaron contra él, no vio frustrado su designio original, aunque fue preciso que modificara algunos detalles a fin de que se cumpliera su propósito para la humanidad y la Tierra.
 

Durante los primeros seis mil años, Dios ha permitido que el hombre actúe independientemente de su dirección. Así lo eligieron nuestros primeros padres en virtud de su libre albedrío (Génesis 3:17-19; Deuteronomio 32:4, 5). Al consentir que los seres humanos fueran independientes de su dirección y que ejercieran el gobierno en vez de él, se demostraría que eran incapaces de dirigir sus pasos, así como de gobernar bien a sus semejantes.
 

Jehová, como es lógico, previó este resultado e inspiró a los escritores bíblicos para que lo consignaran. Por ejemplo, el profeta Jeremías dijo: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).
 

El sabio Salomón habló de los desastres que ocasiona el ser humano al tratar de dominar a su prójimo, como ha ocurrido por siglos: “Todo esto he visto, y hubo un aplicar mi corazón a toda obra que se ha hecho bajo el sol, durante el tiempo que el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9).
 

Pero el Todopoderoso no “se quedó sentado observando mientras el hombre se debate con sus enigmas”. Tiene buenas razones para permitir que pasen estos milenios sin intervenir directamente en la vida de la mayoría de las personas.
 

Logra un buen fin
 

Los pasados seis mil años de historia tal vez parezcan una etapa muy larga en comparación con la esperanza de vida del hombre, inferior a cien años. Pero según el horario de Dios y su forma de ver el tiempo, estos milenios son como seis días: ni una semana. El apóstol Pedro indicó: “No vayan a dejar que este hecho en particular se les escape, amados, que un día es para con Jehová como mil años, y mil años como un día” (2 Pedro 3:8).
 

Pedro refuta a continuación las acusaciones de negligencia o tardanza dirigidas contra Dios: “Jehová no es lento respecto a su promesa, como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
 

Así pues, cuando concluyan los años que ha fijado, el Creador pondrá fin a la mala administración del planeta. Habrá dejado un tiempo más que suficiente para que el hombre demuestre que es incapaz de gobernarse y de eliminar la guerra, la violencia, la pobreza, la enfermedad y otras causas de sufrimiento. La experiencia probará lo que Dios señaló a los seres humanos en el principio: que para tener éxito deben acatar la guía divina (Génesis 2:15-17).
 

El cumplimiento de las profecías bíblicas indica que vivimos en la parte final de “los últimos días” de este sistema impío (2 Timoteo 3:1-5, 13; Mateo 24:3-14). Pronto Dios ya no tolerará que existan gobiernos humanos independientes de él ni que haya maldad ni sufrimiento (Daniel 2:44). Dentro de poco nos sobrevendrá la mayor tribulación que haya padecido este mundo, una tribulación que culminará en “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”, Armagedón (Revelación [Apocalipsis] 16:14, 16). Esta batalla, dirigida por Dios, no destruirá el planeta que creó; por el contrario, va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación 11:18).
 

El Reino divino de mil años
 

En la Tierra quedarán millones de sobrevivientes de la batalla de Armagedón (Revelación 7:9-14). Se habrá cumplido la profecía de Proverbios 2:21, 22: “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella”.
 

El propósito divino es que haya un período especial de mil años tras la guerra justa de Armagedón (Revelación 20:1-3). Será el Reinado Milenario del Hijo de Dios, Jesucristo, el Rey del Reino celestial de Dios (Mateo 6:10). Durante su gozoso reinado sobre la Tierra, muchísimos millones de personas despertarán de la muerte para unirse a los millones de sobrevivientes de Armagedón (Hechos 24:15). Todos ellos serán perfeccionados. Al concluir el Reinado Milenario de Cristo, la Tierra por fin quedará llena de hombres y mujeres perfectos que descienden de Adán y Eva. Será el glorioso triunfo del propósito de Dios.
 

En conformidad con su propósito, “[‘]limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’. Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas’” (Revelación 21:4, 5). Muy pronto se realizará sin falta este propósito (Isaías 14:24, 27).

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