Jehová utilizó a su Hijo unigénito como el obrero maestro en la creación de todas las otras cosas, es decir, todo excepto el mismo Jesús (Proverbios 8:27-30; Juan 1:3). Apropiadamente, estas obras le proporcionan placer al Hijo y, en este sentido, son “para” él.
Sabemos que los padres humanos esperan recibir mucho placer de sus hijos, a quienes ellos han engendrado, y a menudo ese es el caso. Por ello, el proverbio bíblico habla de “un hijo en quien [el padre] se complace” (Proverbios 3:12; 29:17). De igual manera, Jehová Dios recibió placer de Israel cuando la nación fue fiel (Salmo 44:3; 119:108; 147:11). También le da mucho gozo ver la fidelidad de sus siervos leales en la actualidad (Proverbios 12:22; Hebreos 10:38).
Por lo tanto, era propio que Dios permitiera que su colaborador, Jesús, obtuviera placer de sus logros. De hecho, Proverbios 8:31 dice que el Hijo ‘estuvo alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que fueron el objeto de su cariño estuvieron con los hijos de los hombres’. Es en este sentido que Colosenses 1:16 dice: “Todas las otras cosas han sido creadas mediante él y para él”.
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