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Friday, March 18, 2011

El nombre más grande


 

MILLONES de hombres y mujeres han pasado por la Tierra. En la mayoría de los casos, sus nombres han muerto con ellos y su recuerdo se ha borrado. No obstante, perviven algunos nombres célebres, como Avicena, Edison, Pasteur, Beethoven, Gandhi o Newton. Estos nombres están enlazados con los logros, descubrimientos e inventos de sus dueños.
 

Sin embargo, hay un nombre que está por encima de todos los demás, el nombre más grande. Con él tienen que ver las maravillas pasadas y presentes de todo el universo. Y con él está relacionada la esperanza de una vida larga y feliz para el género humano.
 

Muchas personas han deseado conocer este nombre. Lo buscaron y preguntaron acerca de él, pero no lo encontraron. Para ellas siguió siendo un misterio. En realidad, nadie puede descubrir dicho nombre a no ser que su Dueño se lo revele. Afortunadamente, eso es justo lo que Dios ha hecho. Como consecuencia, quienes creen en él, en sus libros y en sus mensajeros pueden conocerlo. Dios comunicó Su nombre a Adán, luego a Abrahán y después a Moisés y a Sus demás siervos fieles de tiempos antiguos.
 

El Corán habla de alguien “que tenía ciencia de la Escritura” (27:40). Un comentario, Tafsīr Jalālayn, dice respecto a este versículo: “Asaf, el hijo de Barkhiyā, era un hombre recto. Conocía el gran nombre de Dios, y siempre que lo invocaba recibía respuesta”. Esta descripción nos recuerda al escritor bíblico Asaf, que dijo en el Salmo 83:18: “Para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”.
 

En el Corán 17:2 leemos: “Dimos a Moisés la Escritura e hicimos de ella dirección para los Hijos de Israel”. 

En dicha Escritura, Moisés habla a Dios en los siguientes términos: “Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: ‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes’, y ellos de hecho me dicen: ‘¿Cuál es su nombre?’. ¿Qué les diré?”. Dios le respondió: “Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: ‘Jehová el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes’. Este es mi nombre hasta tiempo indefinido” (Éxodo 3:13, 15).
 

En la antigüedad, los israelitas conocían el gran nombre de Dios, incluso lo utilizaban como elemento compositivo en la formación de sus nombres. Tal como en la actualidad existe el nombre Abdullah (Siervo de Dios), en el pasado los israelitas tenían el nombre Abdías (Siervo de Jehová). La madre del profeta Moisés se llamaba Jokébed, que posiblemente significa “Jehová Es Gloria”. El nombre Juan significa “Jehová Ha Sido Benévolo”. Y el nombre del profeta Elías quiere decir “Mi Dios Es Jehová”.
 

Los profetas conocían este gran nombre y lo usaban con profundo respeto. En las Santas Escrituras aparece más de siete mil veces. Jesucristo, el hijo de María, lo realzó al decir a Dios en oración: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste [...;] yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos” (Juan 17:6, 26). En su célebre comentario sobre el Corán, Bayḍāwī dice con respecto al Corán 2:87 que Jesús “resucitaba a los muertos por el poder del gran nombre de Dios”.
 

¿Qué sucedió, entonces, para que el nombre se convirtiera en un misterio? ¿Qué tiene que ver ese nombre con nuestro futuro?
 

¿Cómo llegó a ser un misterio?
 

Algunos creen que “Jehová” significa “Alá” (Dios) en hebreo. Sin embargo, “Alá” corresponde al hebreo ʼElo‧hím, el plural mayestático de la palabra ʼelóh‧ah (dios). Una superstición que se originó entre los judíos les impedía pronunciar el nombre divino, Jehová. Por lo tanto, cuando lo encontraban en su lectura de las Santas Escrituras, solían pronunciar ʼAdho‧nái, que significa “Señor”. Incluso alteraron ciertos pasajes del texto hebreo original para que dijeran ʼAdho‧nái en vez de “Jehová”.
 

La cristiandad siguió la misma costumbre de sustituir el nombre Jehová por “Dios” (“Alá” en árabe) y “Señor”. Esto contribuyó al desarrollo de la doctrina falsa de la Trinidad, la cual carece por completo de fundamento en las Santas Escrituras. Como consecuencia de esta enseñanza, millones de personas adoran equivocadamente a Jesús y al espíritu santo, a los que consideran iguales a Dios.
 

 Por eso, tanto los guías del judaísmo como los de la cristiandad comparten la culpa del desconocimiento general del nombre más grande. No obstante, Dios profetizó lo siguiente: “Ciertamente santificaré mi gran nombre, [...] y las naciones tendrán que saber que yo soy Jehová”. En efecto, dará a conocer su nombre a todas las naciones, porque no es solo el Dios de los judíos o de alguna otra nación; es el Dios de toda la humanidad (Ezequiel 36:23; Génesis 22:18; Salmo 145:21; Malaquías 1:11).
 

El nombre más grande y nuestro futuro
 

Las Santas Escrituras dicen: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Romanos 10:13). 

Nuestra salvación en el día del juicio estará relacionada con nuestro conocimiento del nombre de Dios, lo cual implica aprender cuáles son sus atributos, obras y propósitos, así como vivir en conformidad con sus elevados principios. Por ejemplo, Abrahán conocía e invocaba el nombre divino, y por esta causa gozó de una buena relación con Dios, puso fe en él, confió en él y le obedeció. Así se hizo su amigo. De la misma forma, conocer el nombre de Dios nos acerca a él y nos ayuda a cultivar una relación personal con él, lo cual nos asegura su amor (Génesis 12:8; Salmo 9:10; Proverbios 18:10; Juan 17:26; Santiago 2:23).
 

Las Santas Escrituras dicen que Jehová Dios “siguió prestando atención y escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre” (Malaquías 3:16). ¿Por qué tenemos que ‘pensar en’ el nombre más grande? El nombre Jehová significa literalmente “Él Hace que Llegue a Ser”. Este significado presenta a Jehová como Aquel que se hace a sí mismo Cumplidor de las promesas. Él siempre lleva a cabo sus propósitos. Es el Dios todopoderoso, el único Creador, poseedor de todo magnífico atributo. No existe una palabra que por sí sola exprese a la perfección su naturaleza divina. Pero el nombre más grandioso de todos, Jehová, el que él ha escogido para sí, trae a la memoria todos sus atributos, cualidades y propósitos.
 

En las Santas Escrituras, Dios nos habla de sus propósitos para el hombre. Jehová Dios lo creó para que viviera feliz en el Paraíso eternamente. Su voluntad es que toda la humanidad componga una sola familia, unida en amor y paz. El Dios de amor realizará su propósito en el futuro cercano (Mateo 24:3-14, 32-42; 1 Juan 4:16-21). Dios explica el porqué del sufrimiento humano y muestra que la salvación es posible (Revelación [Apocalipsis] 21:4). En el Salmo 37:10, 11 leemos: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (véase también el Corán 21:105).
 

Así es, Dios será conocido por su gran nombre. Las naciones tendrán que saber que él es Jehová. ¡Qué extraordinario privilegio es conocer el nombre más grande, dar testimonio de él y adherirse a él! De este modo se cumplirá en cada uno de nosotros el feliz propósito de Dios: “Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé. [...] Con largura de días lo satisfaré, y le haré ver la salvación por mí” (Salmo 91:14-16).
 

Salvo que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras.

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