Pages

Monday, March 14, 2011

Se desenmascara al autor del mal


 

EN EL siglo primero, muchos judíos esperaban la llegada del Mesías prometido (Juan 6:14). Cuando Jesús apareció en escena, brindó consuelo e iluminación. Sanó a los enfermos, alimentó a los hambrientos, controló las fuerzas de la naturaleza y hasta levantó a los muertos (Mateo 8:26; 14:14-21; 15:30, 31; Marcos 5:38-43). Además, comunicó los dichos de Jehová y prometió la vida eterna (Juan 3:34). Por palabra y obra, Jesús demostró sin lugar a dudas que era el Mesías, aquel que liberaría a la humanidad del pecado y sus terribles consecuencias.
 

Lógicamente, los líderes religiosos judíos tendrían que haber sido los primeros en recibir y escuchar a Jesús, y aceptar con gusto su dirección. Pero no fue así, sino que lo odiaron, lo persiguieron e incluso conspiraron para matarlo (Marcos 14:1; 15:1-3, 10-15).
 

Con razón, Jesús condenó a estos hombres impíos (Mateo 23:33-35). Sin embargo, reconoció que había alguien más que debía compartir la culpa por la maldad de su corazón. “Ustedes proceden de su padre el Diablo —les dijo—, y quieren hacer los deseos de su padre. Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando habla la mentira, habla según su propia disposición, porque es mentiroso y el padre de la mentira.” (Juan 8:44.) Aunque Jesús reconoció que los hombres son capaces de cometer actos viles, indicó que la causa primaria de la maldad era Satanás, el Diablo.
 

Al decir que el Diablo “no permaneció firme en la verdad”, Jesús puso de manifiesto que este ser espiritual fue al principio un siervo fiel de Dios, pero que luego se descarrió. ¿Por qué se rebeló contra Jehová? Porque su delirio de grandeza lo llevó hasta el punto de codiciar la adoración que pertenece exclusivamente a Dios (Mateo 4:8, 9).
 

La rebelión de Satanás se manifestó cuando, mediante engaños, indujo a Eva a comer del fruto prohibido en el jardín de Edén. Al pronunciar la primera mentira de la historia y calumniar a Jehová, Satanás se convirtió en “el padre de la mentira”. Es más, al lograr astutamente que Adán y Eva desobedecieran, los esclavizó al pecado, lo que en última instancia produciría su muerte y la muerte de las generaciones futuras. Por lo tanto, Satanás también se convirtió en “homicida”, sí, en el asesino más monstruoso de todos los tiempos (Génesis 3:1-6; Romanos 5:12).
 

Satanás extendió su influencia corruptora al mundo espiritual, donde instigó a otros ángeles a la rebelión (2 Pedro 2:4). Como él, los espíritus malignos que le siguieron mostraron un interés indebido en los seres humanos. En el caso de estos, se trató de un interés sexual pervertido que trajo consecuencias nefastas.
 

La maldad llena la Tierra
 

La Biblia narra: “Cuando los hombres comenzaron a crecer en número [...] y les nacieron hijas, entonces los hijos del Dios verdadero empezaron a fijarse en las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí, a saber, todas las que escogieron” (Génesis 6:1, 2). ¿Quiénes eran estos “hijos del Dios verdadero”? Eran seres espirituales, no humanos (Job 1:6; 2:1). ¿Cómo llegamos a esta conclusión? Para empezar, los seres humanos llevaban casándose unos mil quinientos años, de modo que no habría necesidad de destacarlo. Así que queda claro que cuando el relato habla de la unión sexual de “las hijas de los hombres” y “los hijos del Dios verdadero” —seres espirituales que tomaron cuerpos humanos—, se refiere a un acto sin precedentes, contranatural.
 

Lo contranatural de estas relaciones queda confirmado por el tipo de hijos que engendraron: los nefilim, seres híbridos que alcanzaron un tamaño gigantesco y se convirtieron en matones despiadados. De hecho, la palabra nefilim significa “derribadores” o “los que hacen caer a otros”. A estos salvajes se les llama “los poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama” (Génesis 6:4, nota).
 

Los nefilim y sus padres elevaron la maldad a niveles insospechados. “La tierra llegó a estar arruinada a la vista del Dios verdadero, y [...] se llenó de violencia”, señala Génesis 6:11. Así es, los hombres adoptaron la forma de vida depravada y violenta de los nuevos pobladores.
 

¿Cómo ejercieron tan poderosa y malvada influencia los nefilim y sus padres? Valiéndose de las tendencias y deseos pecaminosos del hombre. ¿Con qué resultado? “Toda carne [arruinó] su camino sobre la tierra.” 

Finalmente, Jehová arrasó aquel mundo con el diluvio universal, y solo sobrevivieron el justo Noé y su familia (Génesis 6:5, 12-22). Los ángeles que se habían materializado regresaron al mundo espiritual, pero en un estado de ignominia. Estos seres degradados, o demonios, siguieron oponiéndose a Dios y a su familia de ángeles rectos y leales. Al parecer, Dios desde entonces les prohibió a los espíritus malignos que se materializaran (Judas 6). No obstante, continúan siendo una potente influencia en los asuntos humanos.
 

El Diablo queda desenmascarado
 

El alcance del dominio satánico se indica en 1 Juan 5:19, que declara: “El mundo entero yace en el poder del inicuo”. El Diablo manipula a la humanidad encaminándola hacia una tormenta de males cada vez peores; de hecho, está más decidido que nunca a causar daño. ¿La razón? Tanto él como sus demonios fueron arrojados del cielo tras el establecimiento del Reino de Dios en 1914. La Biblia predijo este suceso con las palabras: “¡Ay de la tierra [...]!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo” (Revelación [Apocalipsis] 12:7-12). ¿Cómo ejerce Satanás su poder sobre la humanidad hoy día?
 

Principalmente promoviendo un espíritu, o actitud, que domina la forma de pensar y actuar de la gente. Por ello, en Efesios 2:2 se llama al Diablo el “gobernante de la autoridad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de la desobediencia”. En vez de avivar la bondad y el temor reverencial a Dios, este “aire” demoníaco alimenta la rebelión contra Dios y sus normas. Así, Satanás y sus demonios fomentan y agravan los males que cometen los seres humanos.
 

“Salvaguarda tu corazón”
 

Una manifestación de este “aire” es la plaga de la pornografía, que enciende los deseos sexuales pervertidos y hace que las aberraciones parezcan atrayentes (1 Tesalonicenses 4:3-5). Entre los temas que presenta figuran violaciones, sadismo, violación en grupo, bestialismo y abuso de menores. Aun en su versión menos nociva, la pornografía puede crear una fuerte adicción que perjudica a los que la ven o la leen, ya que los convierte en voyeurs habituales. Se trata de un mal que echa a perder tanto las relaciones humanas como la relación personal con Dios. La pornografía refleja la mentalidad degenerada de los demonios que la promueven: rebeldes cuya lascivia se remonta a los tiempos antediluvianos.
 

Con razón, el sabio Salomón advirtió: “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida” (Proverbios 4:23). En términos prácticos, salvaguardar el corazón de la trampa de la pornografía conllevará cambiar de canal de televisión o apagar la computadora en caso de que aparezcan en la pantalla imágenes lascivas. Y hay que hacerlo enseguida y con decisión. 

Imagínese que usted es un soldado que trata de protegerse de una bala dirigida a su corazón. Satanás está apuntando a su corazón simbólico —la sede de la motivación y los deseos— y procura corromperlo.
 

Además, también tenemos que proteger el corazón del amor a la violencia, pues el Diablo sabe que Jehová odia a “cualquiera que ama la violencia” (Salmo 11:5). Satanás no tiene que convertirnos en villanos sanguinarios para hacernos enemigos de Dios; solo tiene que cultivar en nosotros amor por la violencia. 

No es casualidad que la violencia, junto con el ocultismo, sature los medios de entretenimiento. Ya hace tiempo que los nefilim han desaparecido, pero sus características y comportamiento han perdurado hasta nuestros días. Al elegir el entretenimiento, ¿demostramos que nos oponemos a las tretas de Satanás? (2 Corintios 2:11.)
 

Cómo resistir la influencia corruptora del Diablo
 

Las fuerzas del mal pueden parecer terribles. La Biblia señala que quienes procuran agradar a Dios sostienen “una lucha [...] contra las fuerzas espirituales inicuas”, además de una lucha contra su propia imperfección. 

A fin de salir victoriosos y granjearnos el favor divino, tenemos que aprovechar toda la ayuda que Dios nos brinda (Efesios 6:12; Romanos 7:21-25).
 

Entre las ayudas provistas por Dios se halla su espíritu santo, la fuerza más poderosa del universo. El apóstol Pablo escribió a los cristianos del siglo primero: “Nosotros recibimos, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios” (1 Corintios 2:12). Quienes se dejan llevar por el espíritu de Dios aprenden a amar lo que Dios ama y a odiar lo que Dios odia (Amós 5:15). ¿Cómo podemos recibir el espíritu santo? 

Principalmente mediante la oración, el estudio de la Biblia —la cual es producto del espíritu santo— y el sano compañerismo de los que de verdad aman a Dios (Lucas 11:13; 2 Timoteo 3:16; Hebreos 10:24, 25).
 

Al valernos de estos medios que Dios ha dispuesto, empezamos a ponernos “la armadura completa que proviene de Dios”, la única protección segura contra “las artimañas del Diablo” (Efesios 6:11-18, nota). 

Nunca antes ha sido tan urgente aprovechar al máximo tal ayuda. ¿Por qué?
 

El mal tiene los días contados
 

“Cuando los inicuos brotan como la vegetación, y todos los practicantes de lo que es perjudicial florecen, es para que sean aniquilados para siempre.” (Salmo 92:7.) Sí, como en los días de Noé, la proliferación del mal es prueba clara de que el juicio de Dios es inminente. Pero Dios no juzgará solo a los seres humanos malvados, sino también a Satanás y sus demonios, quienes serán arrojados al abismo de inactividad como preludio de su total destrucción (2 Timoteo 3:1-5; Revelación 20:1-3, 7-10). ¿Quién ejecutará este juicio? 

Nada más ni nada menos que Jesucristo, de quien leemos: “Con este propósito el Hijo de Dios fue manifestado, a saber, para desbaratar las obras del Diablo” (1 Juan 3:8).
 

¿Anhela usted el fin de la maldad? Entonces, reciba el consuelo que brindan las promesas de la Biblia. 

No hay otro libro que ponga al descubierto al autor del mal —Satanás—, y ningún otro libro indica cómo se acabará con él y con todas sus malvadas obras. Le animamos a que adquiera conocimiento exacto de la Biblia a fin de protegerse de la maligna influencia satánica y afianzar la esperanza de vivir en un mundo sin maldad (Salmo 37:9, 10).

No comments:

Post a Comment

Twitter

Followers

Weather

About Me

My photo
Christian view the Bible as the inspired Word of God, absolute truth, beneficial for teaching and disciplining mankind.