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Monday, March 7, 2011

¿A quién se estaba refiriendo Jehová cuando dijo “uno de nosotros” en Génesis 3:22?


Todo parece indicar que Jehová Dios se refirió a sí mismo y a su Hijo unigénito cuando dijo: “El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo” (Génesis 3:22). Veamos por qué.
 

Jehová pronunció estas palabras después de dictar sentencia contra la primera pareja humana. Algunas personas han interpretado el uso de la expresión “uno de nosotros” como un plural mayestático, igual que si un rey humano dijera “no nos complace”, aunque solo se estuviera refiriendo a sí mismo. No obstante, con respecto a Génesis 1:26 y 3:22, el escriturario Donald E. Gowan dice: “No hay nada en el AT [Antiguo Testamento] que sirva de base para la mayoría de las posibles explicaciones que se dan: ni el plural mayestático ni el deliberativo ni el de plenitud ni una indicación de pluralidad de personas en la Deidad. [...] Ninguna de estas explicaciones tiene sentido en [el marco de Génesis] 3:22, donde se habla de ‘uno de nosotros’”.
 

¿Sería posible que Jehová se refiriese a Satanás el Diablo, quien influyó en los primeros seres humanos para que se rebelaran como él ya había hecho decidiendo qué era “bueno” y qué era “malo”? Eso no parece lógico. Jehová empleó aquí la expresión “uno de nosotros”, y dado que Satanás ya no formaba parte de la multitud de ángeles fieles, Dios no podía haberlo incluido entre los que estaban de su lado.
 

¿Se estaría refiriendo a los ángeles fieles? No se puede decir con absoluta certeza. Sin embargo, la similitud de las expresiones utilizadas en Génesis 1:26 y 3:22 nos proporciona un indicio. En Génesis 1:26 leemos que Jehová declara: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza”. ¿A quién estaba dirigiendo estas palabras? El apóstol Pablo, aludiendo a la criatura espiritual que luego llegó a ser el hombre perfecto Jesús, afirmó: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque por medio de él todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra” (Colosenses 1:15, 16). Por eso, resulta lógico que en Génesis 1:26 Jehová estuviese hablando con su Hijo unigénito, el “obrero maestro”, quien estuvo a su lado durante la creación de los cielos y la Tierra (Proverbios 8:22-31). Por lo tanto, la semejanza de esta expresión con la de Génesis 3:22 indica que Jehová se estaba dirigiendo de nuevo a su Hijo unigénito, aquel con quien mantenía la relación más estrecha.
 

Según parece, el Hijo unigénito de Dios tenía conocimiento de “lo bueno y lo malo”. Durante su larga e íntima colaboración con Jehová, sin duda aprendió bien la forma de pensar, los principios y las normas de su Padre. 

Jehová, con la certeza de que su Hijo conocía bien estas cosas y era leal a ellas, seguramente le concedió cierta libertad para manejar algunos asuntos sin tener que consultarle en cada caso. Así pues, hasta este punto, el Hijo podría y estaría autorizado a determinar lo que era bueno y lo que era malo. No obstante, a diferencia de Adán, Eva y Satanás, él no estableció una norma que estuviera en conflicto con la de Jehová.


Por último, ambos fueron expulsados del jardín de Edén. Jehová dijo: “Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo, y ahora, para que no alargue la mano y efectivamente tome fruto también del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido...”. El erudito Gordon Wenham observa: “La frase queda en suspenso”, por lo que se permite al lector que continúe el pensamiento de Dios: “lo expulsaré del jardín”, presumiblemente. Por lo general, los escritores bíblicos consignan de manera completa las ideas divinas. Pero en este caso, “la omisión de las palabras finales transmite la celeridad de la acción divina. Dios ni siquiera había terminado de hablar cuando los echó del jardín”, explica Wenham (Génesis 3:22, 23). Con aquel suceso parece haber cesado toda comunicación entre Jehová y la primera pareja.
 

Adán y Eva no murieron de manera física en el plazo de veinticuatro horas, pero aquel día murieron en sentido espiritual. Alejados para siempre de la Fuente de la vida, comenzaron a sufrir un deterioro que culminaría en la muerte. Imaginemos su amargo primer encuentro con esta, el día en que Caín, su primogénito, asesinó a Abel, su segundo hijo (Génesis 4:1-16).
 

Es poco lo que en comparación se conoce sobre la primera pareja humana después de este episodio. Adán tenía 130 años cuando nació su tercer hijo, Set, y murió ochocientos años más tarde, a los 930, luego de ser padre de “hijos e hijas” (Génesis 4:25; 5:3-5).

La Biblia dice que en el jardín de Edén “Jehová Dios hizo crecer del suelo [...] el árbol de la vida”. La razón por la que se echó a Adán del jardín fue para que ‘no alargara la mano y efectivamente tomara fruto también del árbol de la vida y comiera y viviera’, sí, ¡para siempre! Después de expulsar a Adán y Eva del jardín de Edén, Jehová apostó “los querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas para guardar el camino al árbol de la vida” (Génesis 2:9; 3:22-24).
 

 Si a Adán y Eva se les hubiera permitido comer del árbol de la vida, ¿qué habría significado para ellos? 

Nada menos que el privilegio de vivir para siempre en el Paraíso. Un comentarista de la Biblia especuló: “El árbol de la vida debió tener alguna virtud por la que el cuerpo humano evitara la decrepitud de la edad o la decadencia que culmina en la muerte”. Incluso creía que “existía una virtud herbácea en el Paraíso capaz de contrarrestar los efectos” de la edad. Sin embargo, la Biblia no dice que el árbol de la vida tuviera en sí mismo ninguna propiedad vital. Solo representaba la garantía divina de vida eterna a quien se le permitiera comer de su fruto (Revelación 2:7).

1 comment:

  1. De que libro es original la imagen?
    Cuando era niño a final de los 90s tube un libro de historias pero no recuerdo el titulo.

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