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Monday, April 11, 2011

¿En la dirección de quién se puede confiar?


 

“VÁMONOS”, dice el padre a su hijo de cinco años. El padre extiende la mano y, sin titubear, el pequeño alarga el brazo para agarrar con su manita los dedos del padre. Sin importar adónde vayan, el hijo confía en la dirección de su padre y lo sigue sin la menor vacilación. Pase lo que pase, seguirá sujetándose con fuerza.
 

Dado que vivimos en tiempos de inseguridad económica, política y personal, ¿no le gustaría contar con la dirección de alguien en quien confiar plenamente? No obstante, vivimos en una época en la que individuos sin escrúpulos se aprovechan de quienes tienen menos experiencia. Por esa razón, hay motivos para ser precavidos a la hora de depositar nuestra confianza en alguien. Quizás usted haya sufrido algún desengaño en el pasado debido a que alguien en quien confiaba lo decepcionó.
 

Con todo, la Biblia nos anima a confiar en Dios. El profeta Isaías escribió: “Porque yo, Jehová tu Dios, tengo agarrada tu diestra, Aquel que te dice: ‘No tengas miedo. Yo mismo ciertamente te ayudaré’”. (Isaías 41:13.) Y el apóstol Pedro aconsejó: “Humíllense, por lo tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los ensalce al tiempo debido; a la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes”. (1 Pedro 5:6, 7.)
 

No obstante, puede que se pregunte: ‘¿Qué motivos tengo para confiar en la dirección de Dios?’. La historia de los israelitas de la antigüedad nos suministra razones de peso.
 

La mano de Dios dirige a su pueblo
 


La serie de sucesos que culminaron la noche del 14 de Nisán de 1513 a.E.C. doblegaron al despótico tirano Faraón y los egipcios, quienes, como consecuencia, liberaron de la esclavitud al pueblo de Dios, los israelitas. (Éxodo 1:11-13; 12:29-32.) El 15 de Nisán, la nación de Israel se encaminaba jubilosa al desierto rumbo a la Tierra Prometida. La ruta más directa era por el norte de Menfis: subiendo por la costa del Mediterráneo, cerca de la tierra ocupada por los temibles filisteos y siguiendo hasta la Tierra Prometida. No obstante, Dios tenía pensado otro camino. (Éxodo 13:17, 18; Números 33:1-6.)
 

Dios suministró una guía visible a la antigua nación de Israel: una columna de nube por el día y una columna de fuego por la noche. (Éxodo 13:21, 22.) Junto a este fenómeno sobrenatural, Jehová utilizó al fiel Moisés como su representante terrestre. (Éxodo 4:28-31.) Había, por tanto, prueba indisputable de que la mano de Dios dirigía a los israelitas.
 

En el segundo lugar donde acamparon los israelitas, Ezam, ubicado “en la orilla del desierto”, Jehová le dijo a Moisés que se volvieran y acamparan en Pihahirot, al borde del mar Rojo. (Éxodo 13:20.) Esta maniobra, aparentemente inexplicable, llevó a Faraón a concluir que los israelitas ‘andaban errantes en confusión por la tierra’. Envalentonado, Faraón cambió de opinión. Resuelto a esclavizar de nuevo a los israelitas, reunió su ejército y se lanzó en su persecución. (Éxodo 14:1-9.)
 

Al llevar a la nación en una dirección distinta, a lo que aparentemente era una llanura baja que daba al mar Rojo, parecía que Moisés estaba colocando a los israelitas en una trampa entre las montañas que había a ambos lados del campamento de Pihahirot, el mar Rojo y el ejército de Faraón, que se acercaba. Al parecer los israelitas se habían convertido en blanco fácil y serían subyugados o aniquilados rápidamente.
 

¿Qué efecto tuvo esto en ellos? ¿Confiarían en la dirección de Jehová? La situación, a todas luces, era desesperada. Por esa razón, algunos cedieron al pánico. Otros comenzaron a murmurar contra Moisés. 

Algunos incluso estaban dispuestos a rendirse y regresar a la esclavitud en Egipto. (Éxodo 14:10-12.)
Sigamos firmemente asidos de la mano de Dios
 

Ante aquella situación, los israelitas debían manifestar una confianza en el Todopoderoso, como la de un niño en su padre. Aunque la nación no lo sabía, Jehová había tenido buenas razones para mandar a Moisés que cruzara el mar Rojo en Pihahirot. Al dar inicio al viaje de los israelitas hacia la Tierra Prometida por el sur de la tierra de los filisteos, Jehová manifestó su amor y sabiduría. Después de doscientos quince años en Egipto, era obvio que los israelitas no estaban preparados para enfrentarse a una nación de guerreros feroces. Por lo tanto, Jehová escogió una ruta que evitaría dicho conflicto. (Éxodo 13:17, 18.)
 

La liberación de la nación y la derrota de Faraón y su ejército en el mar Rojo proporcionaron un testimonio formidable del poder salvador de Dios. Además, ¡qué agradecidos estuvieron los israelitas que no dejaron de asirse de la mano de Dios pese a no comprender la razón por la que Él los dirigía de aquel modo en particular! Se asieron con firmeza y presenciaron la división milagrosa del mar Rojo así como la destrucción de sus enemigos. Su confianza en la dirección de Jehová fue recompensada. (Éxodo 14:19-31.)
 

Volvamos de nuevo al ejemplo del niño agarrado de la mano de su padre. ¿Qué hace cuando se asusta? En vez de soltarse o aflojar la mano, se sujeta con más fuerza de su padre. Al hacerlo, demuestra una confianza inquebrantable en que el padre le suministrará indefectiblemente dirección y fortaleza si hay dificultades.
 

Del mismo modo, cuando nos sentimos angustiados en la vida tenemos que sujetarnos con más fuerza, confiar aún más en la dirección divina. Su Palabra, la Biblia, puede llegar a ser la luz que nos guíe. (Salmo 119:105.) Recordemos, también, que además de confianza se necesita paciencia. Debemos esperar que Jehová resuelva la situación, aun si por algún tiempo no entendemos completamente por qué nos dirige de cierto modo. Sí, podemos confiar en la dirección de Dios. (Éxodo 15:2, 6; Deuteronomio 13:4; Isaías 41:13.)

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