COMO es natural, a nadie le agrada sentir los efectos de la vejez: dolores, debilidad, arrugas, pérdidas auditivas y de la visión... ¿Está usted en esa etapa de la vida? En tal caso, al recordar su juventud, puede que se pregunte: “¿Por qué tengo que envejecer? ¿Por qué nos hizo Dios de esta manera?”. Pues bien, le alegrará saber que Dios no nos creó con ese fin. De hecho, nos quiere tanto que va a eliminar para siempre la vejez. ¿Será posible? Veamos lo que dice Job 33:24, 25.
Job era un fiel patriarca de la antigüedad a quien Jehová amaba mucho. Sin que él lo supiera, Satanás lo acusó de servir a Dios solo por interés. Ahora bien, Dios confiaba en que Job le sería fiel y sabía que podría remediarle cualquier daño que sufriera. Por eso permitió que el Diablo lo probara: lo cubrió de dolorosos forúnculos “desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza” (Job 2:7). El cuerpo se le llenó de gusanos y costras, y su piel empezó a ennegrecer y a desprenderse a trozos (Job 7:5; 30:17, 30). Debió de sufrir lo indecible, pero en ningún momento fue desleal a Dios. Él mismo afirmó: “¡Hasta la muerte mantendré mi integridad!” (Job 27:5, Reina-Valera, 1995).
No obstante, creyendo que se acercaba su hora, Job cometió el grave error de pensar demasiado en sí mismo y en su reputación, y hasta llegó a “declarar [...] justa su propia alma más bien que a Dios” (Job 32:2). Jehová, mediante Elihú, censuró su actitud, pero también le aseguró que no tendría que “bajar al hoyo”, o tumba, pues se había hallado “un rescate”. Entonces añadió: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil” (Job 33:24, 25). Sin duda, saber que aquel tormento no iba a llevarlo a la muerte debió de consolar muchísimo a Job. Además, si se arrepentía, Dios aceptaría el pago de un “rescate” y lo libraría de sus penalidades.*
Job era un hombre humilde, así que se dejó corregir y se arrepintió de su error (Job 42:6). Jehová aceptó un sacrificio que borraría el pecado de Job y abriría las puertas de su recuperación. Por último, Dios “bendijo el fin de Job después más que su principio” (Job 42:12-17). ¿Cómo? Entre otras cosas, hizo que desapareciera su terrible enfermedad y que su carne se hiciera “más fresca que en la juventud”. ¡Qué maravilla!
Con todo, el valor de aquel sacrificio fue limitado, pues Job siguió siendo imperfecto y acabó muriendo. Ahora bien, existe un rescate muy superior al de Job, y todos podemos beneficiarnos de él. Se trata del sacrificio redentor de Jesús, que Jehová ha proporcionado por amor (Mateo 20:28; Juan 3:16). A quienes pongan fe en dicho rescate, Dios les permitirá vivir para siempre en un paraíso en la Tierra libres de los efectos de la vejez. ¿Qué debemos hacer para que también nuestra “carne se haga más fresca que en la juventud”? Le invitamos a averiguar la respuesta que da la Biblia.
[Nota]*
La palabra que aquí se traduce “rescate” significa “una cubierta” (Job 33:24; nota). En este caso, Dios aceptó un rescate —tal vez el sacrificio de un animal— para “cubrir” el error de Job, es decir, perdonarlo (Job 1:5).
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