Entre los últimos comentarios de Jesús en el Sermón del Monte figura esta comparación: “A todo el que oye estos dichos míos y los hace se le asemejará a un varón discreto, que edificó su casa sobre la masa rocosa. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa, pero no se hundió, porque había sido fundada sobre la masa rocosa” (Mat. 7:24, 25).
Jesús calificó de “discreto”, o prudente, a quien escucha y obedece sus palabras. ¿Qué puede decirse de nosotros? ¿Obedecemos todos los mandatos de Cristo de buena gana y así demostramos que respetamos y valoramos su ejemplo? ¿O tratamos de cumplir únicamente los que nos parecen más fáciles o más convenientes? Recordemos que él dijo: “Yo siempre hago las cosas que le agradan [a mi Padre]” (Juan 8:29). Esa es la actitud que queremos imitar.
En el siglo primero, los apóstoles dejaron un excelente ejemplo de sometimiento a la dirección de Cristo. Por ejemplo, Pedro le dijo en una ocasión al Maestro: “¡Mira! Nosotros dejamos todas las cosas y te hemos estado siguiendo” (Mar. 10:28). Como vemos, los apóstoles valoraban tanto la guía de Jesús que con gusto abandonaron todo lo demás para ir tras él (Mat. 4:18-22).
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