Claro, no necesitamos saber cada detalle de la creación para tener fe en Dios ni para amarlo y respetarlo de todo corazón. De hecho, para que nazca la fe hace falta más que disponer de fríos datos. Tal como la amistad entre dos personas crece al ir conociéndose mejor, así mismo se fortalece nuestra fe a medida que aprendemos cómo es Dios. En realidad, nuestra convicción de que él existe crece al ver cómo responde nuestras oraciones y al comprobar lo beneficiosos que son sus principios. Y nuestra relación con Jehová se estrecha aún más al ver día a día cómo nos dirige, nos protege, nos da lo que necesitamos y bendice nuestros esfuerzos por servirle. Todo esto nos confirma claramente que él existe y que su espíritu está muy activo.
Otro magnífico ejemplo de cómo usa Jehová su fuerza activa es la Biblia, pues sus escritores “hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (2 Ped. 1:21). Si la estudiamos con empeño, se fortalecerá nuestra fe en que Jehová hizo todas las cosas (Rev. 4:11). Fue el amor, su cualidad más atrayente, lo que lo impulsó a crear (1 Juan 4:8). Por lo tanto, hagamos todo lo posible por ayudar a la gente a conocer a nuestro cariñoso Padre celestial y Amigo. Y no dejemos de guiarnos por su espíritu, pues así tendremos el honor de seguir aprendiendo acerca de Jehová por toda la eternidad (Gál. 5:16, 25). Esforcémonos cada día por conocer mejor su personalidad y sus maravillosas obras, y por imitar el inmenso amor que demostró al crear con su espíritu los cielos, la Tierra y la humanidad.
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