Pablo dio este sabio consejo: “Es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con contentamiento. [...] Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Tim. 6:6-8, nota). Si tomamos en serio sus palabras, evitaremos las prácticas comerciales codiciosas o cuestionables y los negocios que, de manera poco realista, prometen hacernos ricos de la noche a la mañana (Pro. 28:20). El consejo del apóstol también nos ayudará a poner siempre el Reino en primer lugar, seguros de que nuestro Padre celestial cubrirá nuestras necesidades básicas (Mat. 6:25-34).
No olvidemos que “el poder engañoso de las riquezas” es muy grande (Mat. 13:22). ¡Jamás subestimemos el peligro del amor al dinero! Pensemos en lo que le sucedió a Acán. Aunque había visto a todo Israel cruzando milagrosamente el río Jordán, se dejó dominar por la avaricia y cayó en la tentación de robar plata, oro y una vestidura lujosa que pertenecían al botín de Jericó. Aquel atrevimiento le costó la vida (Jos. 7:1, 20-26). No es de extrañar que siglos más tarde Jesús advirtiera: “Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia” (Luc. 12:15).
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