En una terrible muestra de ingratitud y egoísmo, Adán y Eva se rebelaron contra su Creador. Como resultado, todos sus hijos hemos nacido imperfectos y condenados al sufrimiento. Pero la Biblia enseña que Dios reparará los daños causados por nuestros primeros padres y llevará a cabo su propósito original. Hará de la Tierra un paraíso habitado por personas que gozarán siempre de salud y felicidad (Gén. 3:15). Sin duda, todos queremos mantener viva esa alentadora esperanza, y para ello necesitamos espíritu santo.
Para obtener espíritu santo, debemos pedirlo en nuestras oraciones (Luc. 11:13). Así se fortalecerá nuestra fe y nos convenceremos aún más de que el universo es obra de Jehová. Hoy día sufrimos un auténtico bombardeo de ideas evolucionistas y ateas. No podemos dejarnos intimidar ni confundir por esos razonamientos sin base. Todos debemos estar preparados para resistir esa propaganda, así como la presión social para aceptarla (léase Colosenses 2:8).
Nuestra fe en Dios y en la Biblia se fortalecerá si examinamos con objetividad los argumentos que apoyan la creación. Hay quienes, al analizar el origen del universo y el hombre, descartan de entrada cualquier tipo de intervención sobrenatural. Pero esta postura es muy parcial, pues no tiene en cuenta todas las pruebas. Además, pasa por alto el hecho indiscutible de que hay orden y propósito detrás de las “cosas maravillosas sin número” que existen en el cosmos (Job 9:10; Sal. 104:25). Los cristianos estamos convencidos de que en la creación intervino el espíritu santo bajo la dirección inteligente de Jehová.
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