HOY te voy a hablar de una joven muy especial. Se trata de la hija de Jefté. La Biblia no dice cómo se llamaba, pero sí nos dice lo que le sucedió. Repasemos juntos la historia de Jefté y de su hija. Ya verás que Jehová Dios la quería mucho, y sus amigas también.
Esta historia se encuentra en el capítulo 11 del libro de Jueces. Como Jefté era un hombre que servía a Dios, seguro que siempre leía las Escrituras con su hija, tal como mandaba Dios a los padres israelitas.
En aquellos años, los israelitas no tenían un rey que los gobernara. Pero estaban en problemas y necesitaban un líder. Sus enemigos, los ammonitas, llevaban algún tiempo atacándolos. Como Jefté era un guerrero fuerte y valiente, los israelitas le pidieron que los ayudara.
Jefté quería que Dios lo apoyara en la batalla, así que le hizo una promesa. Le dijo que si le daba la victoria, él le entregaría a la primera persona que saliera de su casa a recibirlo. Esa persona tendría que mudarse al tabernáculo —el lugar donde la gente iba a adorar a Dios— y servir allí toda su vida. ¿Ganó Jefté la batalla? Sí. ¿Y sabes quién fue la primera persona que salió a recibirlo al llegar a su casa?...
Sí, su hija. Al principio, Jefté se puso muy triste, pues no tenía más hijos. Pero él le había hecho una promesa a Jehová, y tenía que cumplirla. Y su hija no se quejó. Al contrario, lo animó a que cumpliera con su palabra. Luego le pidió permiso para pasar dos meses en las montañas. ¿Por qué? Porque se sentía triste. Sabía que cuando se fuera a vivir en el tabernáculo, ya no podría casarse ni tener hijos. Y seguro que le hubiera gustado tener una familia. Pero para ella era más importante obedecer a su padre y ser leal a Jehová. ¿No crees que tanto Jehová como Jefté se sintieron muy contentos con ella?...
Jefté dejó que su hija pasara dos meses con sus amigas. Cuando regresó, la envió al tabernáculo, tal y como le había prometido a Jehová. Todos los años, las jóvenes de Israel iban a Siló, donde estaba el tabernáculo, a visitar a la hija de Jefté y darle ánimo. Ella pasó allí el resto de su vida.
¿Conoces a otros niños que sean obedientes a sus padres y que amen a Jehová?... Sería bueno que te hicieras amigo de ellos. Pero para eso, tú tienes que ser como la hija de Jefté: debes obedecer a tus padres y ser leal a Jehová. Así, tu papá y tu mamá se sentirán muy felices, y Jehová te tendrá mucho cariño.
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