▪ En una ocasión, mientras Pablo navegaba en dirección oeste siguiendo la costa de Asia Menor, el barco en el que viajaba se retrasó considerablemente debido a los fuertes vientos que soplaban en contra. Pablo advirtió a sus compañeros de viaje que si continuaban, se arriesgaban a sufrir la pérdida “no solo del cargamento y del barco, sino también de [sus propias] almas”. ¿Por qué? Según el relato bíblico, la navegación se había vuelto peligrosa porque “ya había pasado [...] el ayuno del día de la expiación” (Hechos 27:4-10).
Dicho ayuno caía a finales de septiembre o a principios de octubre. Pero ¿por qué era tan peligroso navegar después de esa fecha? Los marineros romanos sabían que el buen tiempo los acompañaba entre el 27 de mayo y el 14 de septiembre. Pero desde ese día hasta el 11 de noviembre, los viajes eran menos seguros, y a partir del 11 de noviembre hasta el 10 de marzo ya nadie solía hacerse a la mar. Entre otras razones se debía a la inestabilidad del tiempo, como lo ilustra el naufragio de Pablo (Hechos 27:13-44).
Quienes navegaban en esos meses se enfrentaban a terribles tormentas y otras dificultades. Las nubes les impedían guiarse por el Sol y las estrellas, y la niebla y la lluvia reducían la visibilidad y ocultaban posibles obstáculos.
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