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Sunday, January 22, 2012

Una futura manifestación de la ira divina


 

 Entre los primeros cristianos hubo quienes se hicieron apóstatas y arrastraron a otros consigo (Hech. 20:29, 30). Los apóstoles de Jesús sirvieron de restricción contra la apostasía, pero después de su muerte surgieron muchas sectas cristianas falsas. Actualmente hay cientos de religiones que dicen ser cristianas, pero que no se ponen de acuerdo entre sí. La Biblia predijo el surgimiento del clero de la cristiandad y lo llamó “el hombre del desafuero” y “el hijo de la destrucción”, “a quien el Señor Jesús eliminará [...] y reducirá a nada por la manifestación de su presencia” (2 Tes. 2:3, 6-8).
 

 Entre los desafueros que ha cometido el clero de la cristiandad está el de promover doctrinas, festividades y conductas antibíblicas que engañan a millones de personas. Tal como les ocurrió a los líderes religiosos a quienes Jesús condenó, quienes hoy día forman parte del “hijo de la destrucción” serán destruidos y jamás resucitarán (2 Tes. 1:6-9). Pero ¿qué les va a suceder a las personas que han sido engañadas por los líderes de la cristiandad y de las demás religiones falsas? Para contestar esta pregunta, veamos lo que ocurrió después de la primera destrucción de Jerusalén, que tuvo lugar en el año 607 antes de nuestra era.
 

 “Huyan de en medio de Babilonia”

 

 El profeta Jeremías predijo la destrucción que sufrió Jerusalén en 607 antes de nuestra era. Además, indicó que el pueblo de Dios sería conducido al cautiverio, pero que regresaría a su tierra a los “setenta años” (Jer. 29:4, 10). El mensaje que el profeta tenía para los judíos cautivos en Babilonia era muy importante. Estos no debían dejarse contaminar por la religión falsa de aquel lugar, pues así estarían listos para volver a Jerusalén y restaurar la adoración pura cuando llegara el momento fijado por Dios. Y el momento llegó poco después de que los medos y los persas conquistaran Babilonia en 539 antes de nuestra era. El rey persa Ciro II promulgó un decreto que permitía a los judíos regresar a su tierra y reconstruir el templo (Esd. 1:1-4).
 

 Miles de judíos aprovecharon la oportunidad y volvieron a su país (Esd. 2:64-67). Al hacerlo, cumplieron el mandato profético de Jeremías de huir de Babilonia. Este grupo huyó en sentido literal, pues salieron físicamente de la ciudad (léase Jeremías 51:6, 45, 50). ¿Y qué pasó con los israelitas que no estaban en condiciones de hacer el largo viaje a Judá y Jerusalén? Aunque tuvieron que quedarse en Babilonia —como fue el caso del anciano profeta Daniel—, también podían contar con la bendición divina. Para ello era necesario que apoyaran incondicionalmente la adoración pura, cuya sede estaba en Jerusalén, y se mantuvieran alejados de la religión falsa de Babilonia.
 

 Hoy en día, miles de millones de personas pertenecen a una multitud de religiones cuyas prácticas se originaron en la antigua Babilonia (Gén. 11:6-9). En su conjunto, a estas religiones se les llama “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra” (Rev. 17:5). 

A lo largo de la historia, la religión falsa ha apoyado a los líderes políticos de este mundo. Entre las cosas repugnantes de las cuales es responsable, están las numerosas guerras en las que cientos de millones de personas han perdido la vida (Rev. 18:24). 

A esto hay que agregar el abuso de menores y otros actos de inmoralidad sexual cometidos por clérigos y tolerados por las autoridades eclesiásticas. ¿Verdad que no nos extraña que Jehová vaya a eliminar pronto a la religión falsa? (Rev. 18:8.)




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