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Monday, May 16, 2011

¿Hay que honrar a los muertos?

El punto de vista bíblico
 


 

“CASI TODA PERSONA TIENE UN SENTIMIENTO MUY ARRAIGADO QUE LA INDUCE A TRATAR EL CADÁVER DE UN SER HUMANO CON UN RESPETO QUE NO SIENTE POR UN ANIMAL MUERTO.” (ENCYCLOPÆDIA BRITANNICA.)
 

LA MAYORÍA de la gente honra a sus muertos de una forma u otra: con notas necrológicas en la prensa, con discursos laudatorios o, como es costumbre en algunos países, con pomposos funerales repletos de ritos religiosos o tradicionales. Las exequias pueden durar días, semanas o hasta meses. Hay escuelas, aeropuertos, calles y ciudades con el nombre de difuntos famosos. Se han erigido monumentos y se han establecido días de fiesta en conmemoración de personajes heroicos.
 

No obstante, según la Palabra de Dios, los muertos son totalmente inconscientes de los honores que se les rinden (Job 14:10, 21; Salmo 49:17). Solo viven en la memoria de quienes los recuerdan. La Biblia dice: “Los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto” (Eclesiastés 9:5). Las Escrituras ofrecen la esperanza de una resurrección futura (Juan 5:28, 29; 11:25). Pero hasta que llegue ese momento, la persona muerta ya no existe. Se convierte literalmente en polvo (Génesis 3:19; Job 34:15).
 

En vista de lo que la Biblia dice respecto al estado de los muertos, ¿sirve de algo honrarlos? ¿Deben los cristianos seguir las costumbres tradicionales con relación al funeral y el entierro de los seres queridos?
 

Ritos basados en una premisa falsa
 

Muchos, por no decir la mayoría, de los ritos tradicionales relacionados con los muertos están profundamente arraigados en enseñanzas religiosas que no son bíblicas. Algunos se siguen con la intención de “proteger de ataques demoníacos a los difuntos; a veces, los ritos tienen el propósito de proteger a los vivos del contagio de la muerte o de la malevolencia de los difuntos”, dice la Encyclopædia Britannica. Cualquier costumbre que se base en la premisa falsa de que los muertos continúan viviendo en alguna región invisible está totalmente reñida con las verdades bíblicas (Eclesiastés 9:10).
 

Muchas personas veneran a sus muertos. Dicho culto incluye hacer sacrificios y oraciones a los antepasados. 

Hay quienes opinan que, al hacerlo, no adoran a los difuntos, sino únicamente les muestran reverencia o profundo respeto. No obstante, esta forma de devoción a los antepasados tiene fundamento religioso y está en pugna con las enseñanzas de la Biblia. Jesucristo dijo: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado” (Lucas 4:8).
 

Una actitud equilibrada
 

Mostrar honra y respeto a los difuntos no siempre está vinculado a doctrinas religiosas falsas. Por ejemplo, la Biblia relata que al fiel rey Ezequías se le rindió honra cuando falleció. Los siervos de Dios “lo enterraron en la subida a las sepulturas de los hijos de David; y honra fue lo que todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron al tiempo de su muerte” (2 Crónicas 32:33). Otro ejemplo es el de Jesús. La Biblia dice que sus discípulos “tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con las vendas con especias, así como tienen costumbre los judíos de preparar para el entierro” (Juan 19:40).
 

En las Escrituras hay muchos otros casos en los que se siguieron procedimientos especiales con relación al cuerpo y el entierro de los muertos. Estas prácticas no constituían ningún tipo de culto a los antepasados, ni se basaban en la creencia equivocada de que los muertos siguen influyendo en los asuntos de los vivos. 

Simplemente eran señal del respeto profundo que los dolientes sentían por sus seres queridos. La Biblia no desaprueba tales muestras de respeto, pues obedecen a emociones humanas naturales, pero tampoco aprueba las manifestaciones de prodigalidad o histeria en los funerales, aunque eso no significa, ni mucho menos, que anime a los cristianos a ser estoicos e impasibles ante la muerte de un ser querido.
 

Por consiguiente, cuando los testigos de Jehová asisten al funeral o el entierro de sus muertos, les rinden la honra y el respeto que merecen (Eclesiastés 7:2). En lo que tiene que ver con las flores, la ceremonia y otras costumbres, los cristianos meditan bien las decisiones que toman a fin de evitar prácticas que estén en pugna con las enseñanzas de la Biblia. Para ello es necesario tener equilibrio y buen juicio. La Encyclopædia of Religion and Ethics explica que “los ritos van cambiando de significado y valor con el tiempo, de modo que el sentido que se les atribuye en tiempos posteriores puede ser muy distinto del que tenían originalmente, y la explicación que comúnmente se da de ellos tal vez no revele nada acerca de su origen”.
 

¿Está mal pronunciar discursos laudatorios?
 

El principio de ser equilibrados es aplicable también a la costumbre de dedicar palabras elogiosas a los difuntos. En los funerales, los testigos de Jehová tratan de consolar a los dolientes (2 Corintios 1:3-5). A veces puede haber más de un orador en el funeral, pero no sería apropiado convertir la ocasión en un largo desfile de discursantes laudatorios que ensalcen al difunto. El funeral debe, más bien, centrarse en ensalzar las maravillosas cualidades de Dios, entre ellas su bondad al darnos la esperanza de la resurrección.
 

Lo anterior no significa, sin embargo, que esté mal recordar las buenas cualidades del fallecido durante un discurso de funeral (compárese con 2 Samuel 1:17-27). Si el difunto ha sido fiel a Dios hasta la muerte, se convierte en un excelente ejemplo que imitar (Hebreos 6:12). Es bueno reflexionar sobre el proceder de integridad de los siervos de Dios. Además, exponer estos pensamientos positivos durante un discurso de funeral consuela a los vivos y honra la memoria del difunto.
 

Los cristianos verdaderos no rinden culto a los muertos ni siguen ritos populares que estén reñidos con las verdades de la Biblia. No obstante, rechazan el criterio extremado de que, como los muertos son meramente polvo, toda costumbre funeraria carece de sentido y es innecesaria. Los siervos de Dios lloran y recuerdan a sus difuntos, aunque las verdades bíblicas de que los muertos no sufren y de que existe la esperanza de una resurrección mitigan su dolor y tristeza.

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