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Friday, April 8, 2011

Cómo evitar los peligros de Internet


 

UN AGRICULTOR de una remota aldea de la India consulta el precio de la soja en Chicago (EE.UU.) para saber cuándo vender su cosecha. En ese preciso instante, mientras una señora jubilada sonríe al leer un mensaje electrónico de su nieto, un turista averigua el tiempo que hace en su lugar de destino y una madre encuentra información útil para las tareas escolares de su hijo. Todos ellos han acudido al mismo lugar: 

Internet. Con unos seiscientos millones de usuarios por todo el mundo, la Red ha transformado radicalmente la forma de comunicarnos y hacer negocios.
 

Es sobre todo entre la juventud —la llamada cibergeneración— donde la aceptación es mayor. Cada vez más estudiantes prefieren informarse e investigar en la Red antes que en las bibliotecas. “En resumidas cuentas, los alumnos [...] se conectan para casi todo”, dijo Deanna L. Tillisch, directora de un estudio sobre universitarios estadounidenses en el último año de carrera. En efecto, Internet es un valioso recurso de nuestra sociedad.
 

Por lo general, cuanto más potente es una herramienta, más peligrosa resulta. Con una motosierra, por ejemplo, se logra hacer más trabajo que con un serrucho, pero hay que extremar el cuidado. De igual modo, la Red es un instrumento muy potente y práctico, pero debe utilizarse con cautela, pues también entraña graves riesgos. Por ello, más de cuarenta naciones miembros del Consejo de Europa han preparado un anteproyecto de tratado internacional con objeto de proteger del ciberdelito a la sociedad.
 

¿Por qué genera tanta inquietud este asunto? ¿Qué peligros afrontan los cristianos en particular? ¿Constituyen razón válida para dejar de usar Internet? ¿Qué consejos ofrecen las Escrituras?
 

Hay que ser precavidos
 

Hace siglos, la Biblia advirtió de los peligros que representa el sujeto que es “maestro en malignidad” y “solo piensa en hacer el mal” (Proverbios 24:8, Levoratti-Trusso). El profeta Jeremías dice que los individuos de esa clase son “hombres inicuos” cuyas “casas están llenas de engaño”. Como los pajareros, “han colocado una trampa” con la que atrapan a la gente y “ganan riquezas” (Jeremías 5:26, 27). La tecnología moderna ha dotado a los “inicuos” actuales de otro tipo de trampas con las que engañar. Analicemos algunas y veamos cómo suponen un grave peligro para el cristiano.
 

La pornografía en Internet genera 2.500 millones de dólares anuales. En los últimos cinco años ha aumentado casi en un 1.800% el número de páginas virtuales que la difunden, al grado de ser ya más de doscientos sesenta millones, y la cifra crece a un ritmo sin precedentes. “La pornografía se está extendiendo tanto por la Red que resulta difícil no toparse con ella, lo cual aumenta las posibilidades de acabar adicto al cibersexo”, afirmó la doctora Kimberly S. Young, directora ejecutiva del Center for On-Line Addiction (centro especializado en la adicción a Internet).
 

Las Escrituras nos dicen que “cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo” (Santiago 1:14). Los productores de pornografía consideran que tras cada computadora hay una posible víctima, por lo que recurren a diversas tácticas para despertar en ella “su propio deseo”, es decir, “el deseo de la carne y el deseo de los ojos” (1 Juan 2:16). Su objetivo es cautivar (literalmente “atraer y atrapar con cebo”, según el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de Vine) a internautas incautos, a quienes ‘tratan de seducir’ (Proverbios 1:10).
 

Al igual que los malvados de tiempos bíblicos, los pornógrafos suelen valerse de engaños. Se estima que en un esfuerzo por captar nuevos clientes, todos los días envían 2.000 millones de mensajes electrónicos no solicitados. A menudo llegan con títulos inofensivos, pero cuando se abren pueden desencadenar un bombardeo imparable de imágenes inmorales. Y si la víctima pide al remitente que la borre de la lista de correo, quizá se produzca un aluvión de mensajes eróticos aún mayor.
 

Quienes se dedican a cazar pájaros suelen colocar semillas con cuidado a lo largo del camino. Un ave, confiada, quizá empiece a picotear los deliciosos granos uno tras otro hasta que ¡clac!, salta la trampa. 

De igual modo, la curiosidad lleva a ciertas personas a contemplar alguna que otra escena sexual, creyendo que nadie las observa. Como encuentran excitantes las cautivadoras imágenes, vuelven a exponerse a ellas cada vez con mayor frecuencia. Aunque tal vez se sientan avergonzadas y culpables, con el tiempo el impacto inicial se disipa por completo. Para quienes sienten atracción por la pornografía, Internet es como un fertilizante que hace que los deseos se conviertan rápidamente en pecados (Santiago 1:15). Tales personas van desarrollando “un ‘lado oscuro’ caracterizado por una lujuria solitaria carente de valores”, afirma Victor Cline, psicólogo clínico que ha tratado a centenares de pacientes que han caído en este lazo.
 

Los peligros de las salas de charla
 


Además del tiempo que consumen, las salas de charla de Internet están cada vez más vinculadas a las rupturas familiares. Frustrado porque su esposa permanecía en línea durante largas sesiones, cierto marido escribió: “Después del trabajo se pasa más de cinco horas conectada. Nuestro matrimonio se está resintiendo”. En efecto, los ratos que se dedican a la Red no se pasan con el cónyuge o la familia.
 

Angela Sibson, jefa ejecutiva de Relate, organización dedicada a la asesoría matrimonial, dijo que Internet “es un puente a otras relaciones, las cuales pudieran ser tan intensas que destruyan las actuales”. Lo que comienza como una conversación cordial en un canal de charla se convierte rápidamente en algo más serio. 

Decidida a tener relaciones inmorales, la persona “astuta de corazón” se vale de “la melosidad de la lengua” para adular a la víctima (Proverbios 6:24; 7:10). Nicola, británica de 26 años que cayó en esta trampa, explica: “Fue como un bombardeo amoroso. Él no paraba de decirme lo maravillosa que era, y me lo creí”. 

En el libro Sex and the Internet: A Guidebook for Clinicians (El sexo e Internet: manual de medicina), el doctor Al Cooper señaló que es necesario “advertir al público que coquetear en la Red suele acabar en divorcio”.
 

Los niños, con su inexperiencia, son aún más vulnerables a la explotación y las agresiones de los delincuentes sexuales. Los pederastas acechan al menor con “tortuosidad del habla” y “sinuosidad de labios” (Proverbios 4:24; 7:7). Para que se sienta especial, le muestran interés y cariño y lo colman de atenciones. Parecen conocer todo lo que le interesa, como su música y pasatiempos. Acentúan los pequeños problemas familiares para distanciarlo de los suyos. Hasta son capaces de enviarle un pasaje para que cruce el país y así les dé oportunidad de consumar sus perversos deseos. Los resultados son espantosos.
 

Los principios bíblicos nos protegen
 

Después de analizar los riesgos, hay quienes piensan que lo mejor es alejarse de Internet. Sin embargo, hay que reconocer que solo un pequeño porcentaje de la Red representa un peligro y que la mayoría de los usuarios no han sufrido problemas graves.
 

Afortunadamente, las Escrituras ofrecen orientación que nos “salvaguardará” del peligro. Nos animan a adquirir conocimiento, sabiduría y capacidad de pensar, un conjunto de cualidades que nos “vigilará” y nos librará “del mal camino” (Proverbios 2:10-12). “Pero la sabiduría misma... ¿de dónde viene[?]”, preguntó Job, siervo de Dios de la antigüedad. ¿Cuál fue la respuesta? “El temor de Jehová... eso es sabiduría.” (Job 28:20, 28.)
 

“El temor de Jehová”, que “significa odiar lo malo”, es esencial para cultivar cualidades del agrado de Dios (Proverbios 1:7; 8:13; 9:10). El amor y la reverencia que sentimos por Jehová, junto con un saludable respeto por su poder y autoridad, nos llevarán a odiar las prácticas que él detesta y a alejarnos de ellas. Saber razonar de acuerdo con los principios divinos nos permitirá reconocer los peligros para la espiritualidad que pudieran envenenarnos la mente y el corazón. De esta manera llegaremos a aborrecer las actitudes egoístas y codiciosas que podrían hundir a nuestra familia y destruir nuestra relación con Jehová.
 

Así pues, si usted decide usar Internet, tenga cuidado. Tome la firme determinación de acatar los mandatos divinos y no interesarse por nada que pueda perjudicarlo (1 Crónicas 28:7). De esa manera, si se enfrenta a los peligros de la Red, huirá sabiamente de ellos (1 Corintios 6:18).
 


 

¡ALÉJESE DE LA PORNOGRAFÍA!
 

  “Que la fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal como es propio de personas santas.” (Efesios 5:3.)
 

  “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia.” (Colosenses 3:5.)
 

  “Esto es la voluntad de Dios: [...] que cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual tal como el que también tienen las naciones que no conocen a Dios.” (1 Tesalonicenses 4:3-5.)

 

¡CUIDADO CON LAS SALAS DE CHARLA DE INTERNET!
 


  A fin de mostrar a ¡Despertad! los peligros que encierran las salas de charla de Internet, una detective de la policía especializada en delitos cometidos a través de la Red entró en uno de estos foros haciéndose pasar por una muchacha de 14 años. Al instante, varios desconocidos le formularon preguntas como “¿De dónde eres?”, “¿Eres chica o chico?” o “¿Podemos hablar?”. Algunos mensajes provenían de presuntos agresores sexuales bajo investigación policial. En efecto, así de fácil resulta para un pederasta encontrarse con su hijo en la misma habitación virtual.
 

  Como todos los integrantes de la sala tienen acceso a las conversaciones, algunos padres creen que sus hijos no corren peligro. No obstante, una vez dentro, es posible mantener conversaciones privadas. Con respecto a esta práctica, el Task Force on Child Protection on the Internet (servicio británico de protección infantil en la Red) advirtió lo siguiente: “Es como estar en una fiesta multitudinaria e irse a un cuarto privado para hablar con un extraño”.
 

  Los padres deben saber que la mayoría de los pederastas no se conformarán con hablar con el menor. Un documento elaborado por el Internet Crime Forum (foro sobre el delito en Internet) señala: “Después del contacto inicial en la sala de charla, tratará de continuar la relación por otros medios, como el correo electrónico o el teléfono (celular)”. El FBI (Buró Federal de Investigación, de Estados Unidos) dijo en un informe: “Aunque para el delincuente sexual comunicarse en línea es una experiencia emocionante, resulta bastante incómoda. La mayoría prefiere usar el teléfono, pues de ese modo pueden mantener conversaciones eróticas y planear encuentros sexuales”.
 

  Así, el agresor facilita su número de teléfono con la idea de que su servicio de identificación de llamadas registre el número del niño cuando este lo llame. Otros individuos le dan un número gratuito, le piden que los llamen a cobro revertido o hasta le envían un teléfono móvil. Algunos hasta mandan cartas, fotografías y regalos.
 

  Pero las salas de charla no solo encierran peligros para los menores. Hace poco, un hombre muy adulador consiguió que seis mujeres del Reino Unido se enamoraran de él a la vez. Una de ellas fue Cheryl, una atractiva estudiante de posgrado de 27 años, quien admitió: “No me lo explico. Fue una relación tan intensa que me absorbió por completo”.
 

  Jenny Madden, fundadora de la organización Women in Cyberspace (Mujeres en el ciberespacio), explica: 

“Las mujeres se sienten a gusto en el ciberespacio, pues nadie las juzga por su aspecto. Pero también son más susceptibles de ser manipuladas, ya que por lo general la gente tarda poco en revelar información personal, sobre todo en las salas de charla”.
 

  “Con solo conectar la computadora, tengo miles de mujeres entre las que elegir”, respondió un hombre en una entrevista realizada por la Universidad de Florida. La directora del estudio, Beatriz Avila Mileham, dijo: 

“Internet será dentro de poco, si no lo es ya, el mayor medio para cometer infidelidades”. En el libro Sex and the Internet: A Guidebook for Clinicians, el doctor Al Cooper declaró: “Los especialistas de nuestro país coinciden en que la actividad sexual por Internet es una de las principales causas de problemas matrimoniales”.
 

  En vista de estos preocupantes datos, conviene tomar precauciones. Hable con sus hijos y enséñeles a protegerse. Con el debido conocimiento, usted podrá evitar los peligros de Internet (Eclesiastés 7:12).

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