¡Qué agradable es pertenecer a una familia en la que reinan el amor y la unidad! Storgué era la palabra griega que a menudo se empleaba para referirse al cariño que existe por naturaleza entre los miembros de una familia.
Los cristianos nos esforzamos por tratar con amor a nuestros familiares, pero en estos últimos días la gente en general no tiene “cariño natural”, tal como profetizó Pablo (2 Tim. 3:1, 3).
En efecto, el amor que debería existir naturalmente en las familias brilla por su ausencia. ¿Por qué hay tantas mujeres que abortan? ¿Por qué son tan pocas las personas que se preocupan por sus parientes de edad avanzada? ¿Por qué hay tantísimos divorcios? Simple y llanamente, por falta de “cariño natural”.
El amor a nuestra familia nace del corazón; sin embargo, debemos tener presente que la Biblia nos dice que “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa” (Jer. 17:9).
Es interesante notar que, al hablar del amor que un cristiano debe tenerle a su esposa, Pablo usó la palabra agápe. Además, comparó ese amor con el que Jesús le tiene a la congregación (Efe. 5:28, 29). Esta clase de amor se basa en los principios establecidos por el Fundador de la familia, Jehová.
El verdadero amor por la familia impide que los padres actúen por sentimentalismo y que sean demasiado permisivos con sus hijos. Más bien, los ayuda a asumir su responsabilidad y a disciplinarlos con bondad cuando es necesario (Efe. 6:1-4). Además, nos impulsa a todos a atender como es debido a nuestros padres ancianos.
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