Antes de traer la décima plaga sobre Egipto, Jehová les ordenó a los israelitas que rociaran la sangre del cordero de Pascua en el marco de la puerta de sus casas. De ese modo, cuando Jehová pasara por el país para herir a los egipcios y viera la sangre rociada en las casas de sus siervos, las pasaría por alto y no causaría daño a nadie que viviera allí.
Esa misma noche “Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón sentado sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en el hoyo carcelario, y todo primogénito de bestia”. Como vemos, los israelitas no tuvieron que irse a otro lugar para que sus primogénitos sobrevivieran (Éxo. 12:22, 23, 29).
También tenemos el caso de Rahab, una prostituta que vivía en Jericó. Los israelitas estaban a punto de iniciar la conquista de la Tierra Prometida, y Rahab se dio cuenta de que la ciudad sería destruida. Ella les dijo a los espías israelitas que se alojaron en su casa que los habitantes de Jericó estaban paralizados de miedo debido al avance de Israel. Escondió a los espías y les pidió a cambio que le juraran que la dejarían con vida a ella, así como a su familia, cuando conquistaran la ciudad.
Ellos le dijeron que reuniera a su familia en su casa, situada en el muro exterior. Si salían de allí, morirían con el resto de los habitantes (Jos. 2:8-13, 15, 18, 19). Ahora bien, Jehová le dijo más tarde a Josué que el muro de la ciudad se desplomaría (Jos. 6:5). Así que daba la impresión de que el lugar en el que debían permanecer Rahab y su casa no era nada seguro. ¿Cómo iban a sobrevivir?
Cuando llegó el momento de tomar Jericó, los sacerdotes de Israel tocaron sus cuernos y los demás israelitas lanzaron un grito de guerra. En Josué 6:20 leemos que “tan pronto como el pueblo oyó el sonido del cuerno y [...] se puso a lanzar un fuerte grito de guerra, [...] el muro empezó a desplomarse”.
Una vez iniciado el derrumbe de la muralla, no había fuerza humana que pudiera controlarlo. Sin embargo, Jehová hizo que el derrumbe se detuviera justo al llegar a la casa de Rahab. Entonces, Josué les ordenó a los dos espías: “Entren en la casa de la mujer, la prostituta, y saquen de allí a la mujer y a todos los que le pertenezcan, tal como se lo han jurado” (Jos. 6:22). Todos los que estaban en la casa de Rahab sobrevivieron.
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