Años más tarde, Jesús tuvo varios encuentros con algunos espíritus malignos. Estos lo reconocieron y lo llamaron “Hijo de Dios”. Jesús también sabía quiénes eran ellos; no dijo que fueran espíritus de personas muertas, sino “demonios”, es decir, criaturas espirituales malvadas (Mateo 8:29-31; 10:8; Marcos 5:8).
En la Biblia no solo se menciona a estos seres espirituales que se han hecho rebeldes, sino también a otros que son fieles a Dios. En el libro de Génesis se habla de unos ángeles llamados querubines, que Jehová colocó al este del Edén para bloquear la entrada cuando expulsó de allí a Adán y Eva (Génesis 3:24). Según parece, esta fue la primera ocasión en que criaturas espirituales se hicieron visibles a los seres humanos.
Tiempo después, un número indeterminado de ángeles bajaron a la Tierra y adoptaron forma humana. Pero, en este caso, no fue Jehová quien los envió. Fueron ellos los que “abandonaron su propio y debido lugar” en los cielos (Judas 6). Sus intenciones eran egoístas: querían tener relaciones sexuales con mujeres. Al hacerlo, engendraron una raza de seres híbridos conocidos como nefilim. Tanto los ángeles rebeldes como sus hijos llenaron la Tierra de violencia y maldad (Génesis 6:1-5). Entonces Jehová decidió acabar con todas las personas malvadas —incluidos los nefilim— mediante un diluvio que cubrió de agua el planeta. Ahora bien, ¿qué les ocurrió a los ángeles rebeldes?
El Diluvio los obligó a regresar al mundo de los espíritus. Sin embargo, Jehová no les permitió recuperar “su posición original” (Judas 6). La Biblia señala que “Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, sino que, al echarlos en el Tártaro, los entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio” (2 Pedro 2:4).
¿Qué es el Tártaro? No es ningún lugar específico, sino el estado de humillación y degradación en el que se encuentran los demonios. Esta situación limita su actividad, por lo que ya no pueden materializarse. Con todo, siguen teniendo mucho poder para influir en la mente y la vida de las personas. También pueden entrar en seres humanos y animales para apoderarse de ellos (Mateo 12:43-45; Lucas 8:27-33).
Además, pueden engañarnos fingiendo ser espíritus de personas muertas. ¿Con qué objetivo? Quieren hacernos creer que los difuntos siguen vivos para que participemos en prácticas que Jehová desaprueba y así nos alejemos de él.
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