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Friday, February 18, 2011

Colgando del madero, Jesús clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. ¿Desplegó falta de fe, y creyó que Dios lo había abandonado?



Al leer estas palabras en Mateo 27:46 o Marcos 15:34, algunos han concluido que la confianza de Jesús en Dios vaciló cuando Jesús se enfrentó a una muerte dolorosa. Otros han dicho que aquello fue simplemente la reacción humana de Jesús, un grito de desesperación por un hombre de carne y sangre en su agonía, algo que se puede comprender fácilmente. Pero hay buena razón para ir más allá de esas evaluaciones humanas basadas en apariencias superficiales. Aunque hoy ninguno de nosotros puede saber con certeza todo lo que estuvo implicado en el hecho de que Jesús clamara como lo hizo, podemos notar dos razones que probablemente explican su clamor.


Jesús estaba muy al tanto de que tendría que “ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas [...] y ser muerto, y al tercer día ser levantado”. (Mateo 16:21.) Desde el cielo el Hijo de Dios había observado hasta a humanos imperfectos experimentar muerte en tortura mientras mantenían su integridad. (Hebreos 11:36-38.) Por eso, sencillamente no hay razón para creer que Jesús —un humano perfecto— se llenaría de temor ante lo que afrontaba; tampoco pensaría que su Padre lo había rechazado porque muriera fijado a un madero. Jesús sabía de antemano “qué clase de muerte estaba para morir”, es decir, muerte sobre un madero de tormento. (Juan 12:32, 33.) También estaba seguro de que al tercer día sería resucitado. Entonces, ¿cómo podía decir Jesús que Dios lo había desamparado?


En primer lugar, pudo haberlo dicho en el sentido limitado de que Jehová había retirado de su Hijo su protección con el fin de que la integridad de Jesús fuera probada hasta el límite, una muerte dolorosa y vergonzosa. Pero el que Dios permitiera que Jesús experimentara la ira de enemigos dirigidos por Satanás no indicaba abandono total. Jehová continuó mostrando cariño a Jesús, como se probó al tercer día, cuando resucitó a su Hijo, lo que Jesús sabía que sucedería. (Hechos 2:31-36; 10:40; 17:31.)


Probablemente hay una segunda razón, relacionada con la anterior, por la cual Jesús se expresó como lo hizo mientras colgaba del madero: que al decir aquellas palabras podía cumplir una indicación profética acerca del Mesías. Horas antes Jesús había dicho a los apóstoles que los sucesos acontecerían “así como está escrito respecto a él [Jesús]  ”. (Mateo 26:24; Marcos 14:21.) Sí; él deseaba efectuar las cosas que estaban escritas, incluso lo que estaba escrito en el Salmo 22. Le será revelador a usted comparar Salmo 22:7, 8 con Mateo 27:39, 43; Salmo 22:15 con Juan 19:28, 29; Salmo 22:16 con Marcos 15:25 y Juan 20:27; Salmo 22:18 con Mateo 27:35. El Salmo 22, que dio muchísimas indicaciones proféticas acerca de las experiencias del Mesías, comienza así: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has dejado?”. Por eso, cuando Jesús clamó como lo hizo, añadió otra a la cantidad de profecías que había cumplido. (Lucas 24:44.)


El salmista no creía que su Dios sencillamente lo había rechazado o abandonado, porque David pasó a decir que él ‘declararía el nombre de Dios a sus hermanos’, e instó a otros a alabar a Jehová. (Salmo 22:22, 23.) 


De manera similar, Jesús, quien conocía bien el Salmo 22, también tenía razón para confiar en que su Padre todavía lo aprobaba y lo amaba, a pesar de lo que Dios permitió que experimentara sobre el madero.

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