Estrictamente hablando, no. El apóstol Pablo se refiere en este versículo a la ira de Dios. Por supuesto, esto no quiere decir que no importa que el cristiano se encolerice. La Biblia nos previene claramente contra la ira. Veamos una muestra del consejo divino.
“Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal.” (Salmo 37:8.) “Todo el que continúe airado con su hermano será responsable al tribunal de justicia.” (Mateo 5:22.) “Las obras de la carne son manifiestas, y son: fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo, enemistades, contiendas, celos, arrebatos de cólera.” (Gálatas 5:19, 20.) “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa.” (Efesios 4:31.) “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira.” (Santiago 1:19.) Además, el libro de Proverbios nos aconseja en repetidas ocasiones que no nos airemos ni nos enfademos por ofensas insignificantes y errores humanos (Proverbios 12:16; 14:17, 29; 15:1; 16:32; 17:14; 19:11, 19; 22:24; 25:28; 29:22).
El contexto de Romanos 12:19 armoniza con este consejo. Pablo recomienda que nuestro amor sea sin hipocresía, que bendigamos a los que nos persiguen, que pensemos bien de los demás, que no devolvamos mal por mal a nadie y que procuremos ser pacíficos con todos. Luego aconseja: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’” (Romanos 12:9, 14, 16-19).
En efecto, no debemos permitir que la ira nos impulse a vengarnos. El conocimiento que tenemos de las situaciones y nuestro sentido de justicia son imperfectos. Si permitimos que la ira nos impulse a vengarnos, nos equivocaremos a menudo y favoreceremos los fines del Adversario de Dios, el Diablo. Pablo escribió en otro lugar: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo” (Efesios 4:26, 27).
El mejor proceder, y el más sabio, es dejar que Dios determine cuándo y de quién vengarse. Él puede hacerlo con pleno conocimiento de la realidad, y su castigo siempre refleja su justicia perfecta. Este es el argumento de Pablo en Romanos 12:19, según lo indica su referencia a Deuteronomio 32:35, 41, donde en parte dice: “Mía es la venganza, y la retribución” (compárese con Hebreos 10:30). Por ello, aunque la expresión “de Dios” no se encuentra en el texto griego, varias traducciones modernas la han insertado en Romanos 12:19 y vierten este pasaje de los siguientes modos: “Dejadle [a Dios] el cuidado de vengaros” (Mariano Galván Rivera); “Dejad lugar a la ira de Dios” (Reina-Valera, 1960); “Dejadle sitio al Juicio divino” (Cantera-Iglesias, nota), “Dejen el castigo en las manos de Dios” (Nueva Versión Internacional).
Aun cuando los enemigos de la verdad abusen de nosotros o nos persigan, podemos confiar en la descripción de Jehová Dios que Moisés oyó: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa y verdad, que conserva bondad amorosa para miles, que perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de castigo” (Éxodo 34:6, 7).
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