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Saturday, February 26, 2011

Los milagros de Jesús, ¿son historia, o mito?


“En el período de la cuarta vigilia de la noche él vino a ellos, andando sobre el mar.”—Mateo 14:25.

PARA millones de personas de todo el mundo, creer que Jesús hizo milagros es casi tan importante como creer en Dios mismo. Los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan mencionan unos treinta y cinco milagros de Jesús. Sin embargo, sus relatos dan a entender que realizó muchas más hazañas sobrenaturales. (Mateo 9:35; Lucas 9:11.)
 
Estos milagros no se hicieron para entretener. Eran intrínsecos a la afirmación de Jesús de que era el Hijo de Dios, el Mesías por tanto tiempo esperado. (Juan 14:11.) Moisés efectuó señales milagrosas al presentarse ante la nación de Israel cuando esta se encontraba en esclavitud. (Éxodo 4:1-9.) Era lógico esperar, pues, que el Mesías, de quien se había profetizado que sería mayor que Moisés, presentara también alguna señal del respaldo divino. (Deuteronomio 18:15.) Así pues, la Biblia llama a Jesús “varón públicamente mostrado por Dios a [los judíos] mediante obras poderosas y portentos presagiosos y señales”. (Hechos 2:22.)
 
En el pasado, la gente normalmente aceptaba sin dudar la imagen que presenta la Biblia de Jesús como autor de milagros. Pero en las últimas décadas los críticos han atacado los relatos de los Evangelios. En su libro Deceptions and Myths of the Bible (Engaños y mitos de la Biblia), Lloyd Graham hace referencia al relato bíblico que narra la ocasión en que Jesús anduvo sobre el agua, y llega hasta el punto de decir: “Hay que ser muy ignorante para creer que este relato es literal; sin embargo, eso piensan millones de personas. Y luego nos preguntamos qué le pasa a este mundo. ¿Acaso pudiera esperarse un mundo mejor con tal ignorancia?”.
 
¿Imposibles?

Sin embargo, estas críticas no son razonables. El Diccionario de la lengua española dice que un milagro es un “hecho no explicable por las leyes naturales”. Según esa definición, hace un siglo se habrían considerado milagrosos una televisión en color, un teléfono celular o una computadora portátil. ¿Tiene sentido ser dogmáticos y calificar algo de imposible simplemente porque no podemos explicarlo según el conocimiento científico actual?
 
Hay otro factor que debe tenerse en cuenta. En el griego original, idioma en que se escribió el “Nuevo Testamento”, la palabra empleada para “milagro” fue dý‧na‧mis, término que esencialmente quiere decir “poder”. También se traduce “obras poderosas” o “habilidad”. (Lucas 6:19; 1 Corintios 12:10; Mateo 25:15.) La Biblia afirma que los milagros de Jesús fueron una manifestación del “poder majestuoso de Dios”. (Lucas 9:43.) ¿Serían imposibles tales obras para un Dios todopoderoso, que posee una “abundancia de energía dinámica”? (Isaías 40:26.)
 
Prueba de autenticidad

Un examen detenido de los cuatro Evangelios suministra más prueba en favor de su credibilidad. Por una parte, estos relatos son claramente distintos de los cuentos de hadas y las leyendas. Piense, por ejemplo, en las historias falsas que circularon acerca de Jesús en los siglos que siguieron a su muerte. El apócrifo “Evangelio del Pseudo Tomás” dice: “Este niño Jesús, que a la sazón tenía cinco años, [...] iba otra vez por medio del pueblo y un muchacho, que venía corriendo, fue a chocar contra sus espaldas. Irritado Jesús, le dijo: ‘No proseguirás tu camino’. E inmediatamente cayó muerto el rapaz”. No es difícil ver la naturaleza de esta narración: es un relato inventado, una ficción. Además, el niño caprichoso de carácter ruin que describe este relato no guarda ningún parecido con el Jesús de la Biblia. (Contrástese con Lucas 2:51, 52.)
 
Ahora piense en los relatos auténticos de los Evangelios. Están libres de exageraciones y matices ficticios. Jesús hizo milagros en respuesta a necesidades verdaderas, no para satisfacer simples caprichos. (Marcos 10:46-52.) Nunca utilizó sus poderes para beneficiarse. (Mateo 4:2-4.) Y jamás los usó para lucirse. De hecho, cuando el rey Herodes, movido por la curiosidad, quiso que Jesús ejecutara alguna “señal” milagrosa, este “no le contestó nada”. (Lucas 23:8, 9.)
 
También se ve un marcado contraste entre los milagros de Jesús y el trabajo de los ilusionistas profesionales, magos y curadores por fe. Las obras poderosas de Jesús siempre glorificaban a Dios. (Juan 9:3; 11:1-4.) Sus milagros no constaban de rituales emotivos, conjuros mágicos, ostentación, superchería ni hipnotismo. 

Cuando Jesús se encontró con un mendigo ciego llamado Bartimeo que clamó: “Rabboni, que recobre la vista”, Jesús simplemente le dijo: “‘Vete, tu fe te ha devuelto la salud’. E inmediatamente recobró la vista”. (Marcos 10:46-52.)
 
Los Evangelios muestran que Jesús llevó a cabo sus obras poderosas sin accesorios, sin escenas preparadas y sin luces de trucaje. Se efectuaban en público, con frecuencia delante de muchos testigos. (Marcos 5:24-29; Lucas 7:11-15.) A diferencia de los sanadores por fe de la actualidad, jamás fracasó en la curación de algún enfermo porque a este supuestamente le faltara fe. Mateo 8:16 dice: “Curó a todos los que se sentían mal”.
 
En su libro “Many Infallible Proofs”: The Evidences of Christianity (“Muchas pruebas indubitables”: Las pruebas del cristianismo), el erudito Arthur Pierson dice lo siguiente sobre los milagros de Cristo: “La cantidad de sus curaciones, su naturaleza inmediata y completa, y el hecho de que no fracasara ni siquiera en levantar a los muertos colocan estos milagros a una distancia infinita de las supuestas hazañas de esta época o de cualquier otra”.
 
Corroborados por la historia

Pierson presenta otro argumento que apoya los relatos evangélicos: “No hay mejor confirmación de los milagros de la Biblia que el silencio de los enemigos”. Los líderes judíos tenían motivos de sobra para querer desacreditar a Jesús, pero sus milagros eran tan bien conocidos que sus oponentes no se atrevieron a negarlos. Todo lo que podían hacer era atribuirlos a los demonios. (Mateo 12:22-24.) Siglos después de la muerte de Jesús, los escritores del Talmud judío siguieron atribuyéndole poderes milagrosos. Según el libro Jewish Expressions on Jesus (Expresiones judías sobre Jesús), lo rechazaron alegando que “practicaba la magia”. ¿Se habría hecho tal comentario de haber habido una mínima posibilidad de rechazar los milagros de Jesús por ser simples mitos?
 
Eusebio, historiador eclesiástico del siglo IV, presenta más prueba. En su Historia eclesiástica cita de un tal Cuadrato que envió una carta al emperador en defensa del cristianismo. Cuadrato escribió: “Las obras de nuestro Salvador estaban siempre presentes, porque eran verdaderas: los que habían sido curados, los resucitados de entre los muertos, los cuales no solamente fueron vistos en el instante de ser curados y de resucitar, sino que también estuvieron siempre presentes, y no sólo mientras vivió el Salvador, sino también después de morir Él, todos vivieron tiempo suficiente de manera que algunos de ellos incluso han llegado hasta nuestros tiempos”. El erudito William Barclay escribió: “Cuadrato dice que aún en sus días podía presentarse como prueba a hombres en quienes se habían hecho milagros. Si esa afirmación no hubiera sido cierta, nada habría sido más sencillo que el que el gobierno romano la desmintiera”.
 
El creer en los milagros de Jesús es razonable, racional y está completamente de acuerdo con las pruebas. No obstante, sus milagros no son historia muerta. Hebreos 13:8 nos recuerda: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y para siempre”. En efecto, él está vivo en los cielos hoy, y puede utilizar sus poderes milagrosos de una forma mucho más grandiosa que cuando estuvo en la Tierra como ser humano. Además, los milagros que se relatan en los Evangelios 1) enseñan a los cristianos lecciones prácticas hoy, 2) revelan aspectos fascinantes de la personalidad de Jesús y 3) señalan a un tiempo, en el futuro cercano, en que se verán sucesos aún más espectaculares.

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