Jesús le dijo a una mujer samaritana: “A todo el que bebe de esta agua [de la fuente de Jacob] le dará sed otra vez. A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará para impartir vida eterna”. (Juan 4:13, 14.)
Jesús aquí se refirió principalmente a los beneficios espirituales que le vienen a la persona que ha aceptado sus palabras y que llega a ser uno de sus discípulos. La persona que haya continuado adquiriendo conocimiento exacto de Jehová Dios y de Jesucristo y que con fe haya obrado en armonía con dicho conocimiento estaría en condiciones de recibir vida eterna. (Juan 17:3.) Jesús asemejó este proceso que acontece en la mente y el corazón de la persona a una fuente de la que brotan beneficios que continuamente le fortalecen la fe y le sirven de guía para los pasos que dé en camino a la vida eterna.
Aunque en Juan 4:14 el énfasis recae sobre los beneficios que el mismo individuo recibe, el discípulo cristiano que tiene en abundancia estas aguas espirituales desea por naturaleza compartirlas con otras personas desinteresadamente. Quiere que ellas escuchen el mensaje cristiano y lleguen a tener dentro de sí una fuente de la que broten beneficios espirituales similares que las lleven a la vida eterna. Este compartir con otras personas el mensaje es lo que aparentemente Jesús tenía presente cuando dijo lo que se registra en Juan 7:37-39: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que pone fe en mí, así como ha dicho la Escritura: ‘De su parte más interior fluirán corrientes de agua viva’. Sin embargo, dijo esto respecto al espíritu que estaban por recibir los que ponían fe en él”.
Impelidos por la fuerza motivadora del espíritu de Dios que recibieron a partir del Pentecostés de 33 E.C. en adelante, los apóstoles y discípulos de Jesús hicieron maravillas al llevar agua de vida a otras personas. El espíritu de Dios también desempeña un papel vital en equipar y motivar a los discípulos de Jesús del día moderno, tanto el resto ungido como la “gran muchedumbre” de “otras ovejas”, para que puedan impartir el agua dadora de vida eterna a la humanidad sedienta a medida que predican por todo el mundo las buenas nuevas del Reino de Dios. Por lo tanto, la persona sedienta tiene que ir a quien Dios está usando para distribuir el agua de la verdad que lleva a vida eterna. (Mateo 24:14; 28:19, 20; Juan 7:37; 10:16; Revelación 7:9.)
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