En los libros que escribió Moisés hay varios versículos que reflejan hechos o descripciones que pueden parecer extrañamente anacrónicos.
Por ejemplo, el relato de Génesis 2:10-14 da detalles geográficos sobre el jardín de Edén. Moisés escribió que un río “es el que va al este de Asiria”. Pero la tierra de Asiria derivó su nombre de Asur, el hijo de Sem, que nació después del Diluvio. (Génesis 10:8-11, 22; Ezequiel 27:23; Miqueas 5:6.) Al parecer, en su relato exacto e inspirado, Moisés empleó el término “Asiria” para referirse a una región conocida por sus lectores.
Considere otro ejemplo de los primeros capítulos de Génesis. Cuando Adán y Eva pecaron, Jehová los expulsó del jardín y les impidió volver a entrar en él. ¿Cómo? Génesis 3:24 dice: “Expulsó al hombre, y al este del jardín de Edén apostó los querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas para guardar el camino al árbol de la vida”. Fíjese, “la hoja llameante de una espada”. ¿Inventó Dios las espadas?
No tenemos que pensar que nuestro amoroso Creador fue el primero que hizo lo que conocemos como una espada. Adán y Eva vieron que algo relumbrante daba vueltas delante de los ángeles. ¿Qué era exactamente? Cuando Moisés escribió el libro de Génesis, las espadas se utilizaban en la guerra y eran muy conocidas. (Génesis 31:26; 34:26; 48:22; Éxodo 5:21; 17:13.) De modo que las palabras de Moisés “la hoja llameante de una espada” permitieron a sus lectores visualizar en cierto modo lo que había a la entrada de Edén. Lo que se conocía en el tiempo de Moisés permitió entender debidamente el pasaje. Y el lenguaje que Moisés empleó debió ser exacto, porque Jehová hizo que se incluyera en la Biblia. (2 Timoteo 3:16.)
¿Qué puede decirse de Génesis 4:7? En ese versículo Dios advierte a Caín: “Si te diriges a hacer lo bueno, ¿no habrá ensalzamiento? Pero si no te diriges a hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?”. Como se ha dicho, parece ser que con estas palabras se representa la imagen de un animal salvaje hambriento agazapado para saltar sobre una presa y devorarla.
Sin embargo, la Biblia indica que Adán y Eva estaban en paz con los animales. Algunos de ellos debieron sentirse muy cómodos junto al hombre, e incluso se beneficiarían de esa proximidad. Otros eran salvajes, animales que por naturaleza vivían lejos del hombre. (Génesis 1:25, 30; 2:19.) Ahora bien, la Biblia no indica que ninguno de los animales atacara a otros animales ni al ser humano. En el principio Dios solo proveyó la vegetación como alimento, tanto para los animales como para el hombre. (Génesis 1:29, 30; 7:14-16.) Esta situación no cambió hasta después del Diluvio, como se dice en Génesis 9:2-5.
¿Qué decir, pues, de la advertencia que Dios dio a Caín, recogida en Génesis 4:7? En tiempo de Moisés sin duda se entendería fácilmente la imagen de un animal salvaje agazapado para saltar sobre su presa, y nosotros la entendemos también. De modo que, de nuevo, Moisés debió utilizar un lenguaje adaptado a los lectores que conocían el mundo posdiluviano. Y aunque Caín nunca hubiera visto una imagen como esa, debió entender una advertencia que comparaba el deseo pecaminoso a un animal hambriento.
Los aspectos principales que deberían tener un mayor impacto en nosotros sin duda son los siguientes: la bondad de Dios al advertir a Caín, el valor de aceptar humildemente el consejo, la facilidad con que los celos pueden corrompernos y la seriedad con la que debemos tomar otras advertencias divinas que Dios nos da mediante las Escrituras. (Éxodo 18:20; Eclesiastés 12:12; Ezequiel 3:17-21; 1 Corintios 10:11; Hebreos 12:11; Santiago 1:14, 15; Judas 7, 11.)
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