Precisamente antes de que los medos y los persas derribaran a Babilonia, el rey Belsasar y su corte estuvieron banqueteando. Durante el banquete él tomó los vasos que eran del templo de Jehová y los usó para beber vino, en alabanza a los dioses de los babilonios. Pero aquella fiesta fue interrumpida abruptamente cuando una mano sobrehumana escribió palabras extrañas en la pared. (Daniel 5:1-5.)
Ni los sabios ni los astrólogos de Babilonia pudieron interpretar la escritura, aunque Belsasar había prometido dar un collar de oro y prominencia gubernamental a cualquiera que pudiera leer y explicar la extraña escritura. (Daniel 5:7-9.)
Cuando finalmente se trajo al hebreo llamado Daniel, el rey repitió su oferta: vestir de púrpura a Daniel, ponerle un collar de oro y hacerlo el tercer gobernante en el reino. Honorablemente, el profeta respondió: “Tus dádivas resulten para ti mismo, y tus regalos da a otros, sí. No obstante, leeré la escritura misma al rey, y la interpretación le haré saber”. (Daniel 5:17.)
Así que Daniel no necesitaba un soborno ni un pago para suministrar la interpretación. El rey podía quedarse con sus regalos o concedérselos a otra persona. Daniel suministraría la explicación, no por alguna recompensa, sino porque Jehová, el Dios verdadero, que pronto traería juicio sobre Babilonia, le daba poder para hacerlo.
Como leemos en Daniel 5:29, después que Daniel hubo interpretado las palabras, como dijo que lo haría, el rey ordenó que de todas maneras se dieran las recompensas a Daniel. Daniel mismo no se puso la ropa ni el collar. Se los pusieron por orden del gobernante absoluto, el rey Belsasar. Pero eso no está en conflicto con Daniel 5:17, donde el profeta aclaró que no tenía motivo egoísta.
Jesús después dijo que “el que reciba a un profeta porque es profeta, recibirá galardón de profeta”. (Mateo 10:41.) Eso difícilmente aplicó a Belsasar, pues él no estaba tratando ni bondadosa ni respetuosamente a Daniel porque respetara a este hombre fiel como profeta del Dios verdadero. El rey Belsasar estaba dispuesto a dar los mismos regalos a cualquiera que pudiera resolver el misterio de la escritura, hasta a algún astrólogo pagano. El rey recibió la recompensa apropiada, la que estaba en armonía con la escritura profética sobre la pared: “En aquella misma noche Belsasar el rey caldeo fue muerto, y Darío el medo mismo recibió el reino”. (Daniel 5:30, 31.)
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