En primer lugar, examinemos brevemente el contexto. Cuando la esposa de David se enteró de que el rey Saúl había tramado matar a este, ella actuó sin demora. La Biblia dice: “Mical hizo que David descendiera por la ventana, para que se fuera y huyera y escapara. Entonces Mical tomó la imagen de terafim [que al parecer, tenía el tamaño y la forma de un hombre] y la colocó sobre el lecho, y puso una red de pelo de cabra en el lugar de su cabeza, después de lo cual la cubrió con una prenda de vestir”. Cuando los enviados de Saúl llegaron para apoderarse de David, Mical les dijo: “Está enfermo”. La estratagema permitió ganar un tiempo valioso, y David logró escapar (1 Samuel 19:11-16).
Los hallazgos arqueológicos indican que en tiempos antiguos, las imágenes de terafim no solo se usaban con fines religiosos, sino también para propósitos legales. Así como las escrituras de propiedad y los testamentos escritos determinan los derechos hereditarios hoy día, en aquel entonces las imágenes de terafim podían, en ciertas circunstancias, dar a un yerno el derecho de reclamar la herencia de su difunto suegro. Este hecho tal vez explique por qué, en una ocasión anterior, Raquel tomó las imágenes de terafim de su padre, y por qué él estaba tan ansioso por recuperarlas. En este caso, el esposo de Raquel, Jacob, no sabía lo que había hecho su esposa (Génesis 31:14-34).
Cuando los israelitas llegaron a ser una nación, recibieron los Diez Mandamientos, y el segundo de estos prohíbe expresamente la fabricación de ídolos (Éxodo 20:4, 5). Más tarde, el profeta Samuel aludió a esta ley cuando dijo al rey Saúl: “La rebeldía es lo mismo que el pecado de adivinación, y el adelantarse presuntuosamente lo mismo que usar poder mágico y terafim” (1 Samuel 15:23). Por esta razón, no es probable que el terafim se utilizara en Israel para asuntos relacionados con las herencias. No obstante, parece que algunas familias israelitas continuaron apegándose a esta antigua superstición judía (Jueces 17:5, 6; 2 Reyes 23:24). El hecho de que Mical guardara un terafim entre sus posesiones indica que su corazón no era completo para con Jehová. En cuanto a David, o no sabía que ella tenía tal imagen, o lo toleraba porque era la hija del rey Saúl.
El punto de vista de David sobre la devoción exclusiva a Jehová se expresa en las siguientes palabras: “Jehová es grande y ha de ser alabado en gran manera, y se le ha de temer más que a todos los demás dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son dioses que nada valen. En cuanto a Jehová, él hizo los cielos” (1 Crónicas 16:25, 26).
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