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Friday, March 11, 2011

¿Cómo se conmemora la Cena del Señor?


 
EL APÓSTOL cristiano Pablo arroja luz sobre la conmemoración de la Cena del Señor al escribir: “Yo recibí del Señor lo que también les transmití, que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó un pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘Esto significa mi cuerpo a favor de ustedes. Sigan haciendo esto en memoria de mí’. Hizo lo mismo respecto a la copa también, después de haber cenado, al decir: ‘Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre. Sigan haciendo esto, cuantas veces la beban, en memoria de mí’. Porque cuantas veces coman este pan y beban esta copa, siguen proclamando la muerte del Señor, hasta que él llegue” (1 Corintios 11:23-26).
 
Pablo dice que Jesús instituyó la Cena del Señor “la noche en que iba a ser entregado” por Judas Iscariote a los guías religiosos judíos, quienes presionaron a los romanos para que fijaran a Cristo en un madero. 

Tomaron esa comida la noche del jueves 31 de marzo del año 33 E.C. Jesús murió en un madero de tormento la tarde del viernes 1 de abril. Dado que en el calendario judío el día comenzaba al anochecer y se extendía hasta la siguiente puesta de sol, tanto la Cena del Señor como la muerte de Jesucristo tuvieron lugar el mismo día: 14 de Nisán de 33 E.C.
 
Quienes participaran del pan y el vino debían “[seguir] haciendo esto” en memoria de Jesús. Según otra versión, Jesús dijo: “Hagan esto en conmemoración mía” (1 Corintios 11:24, Pedro Ortiz). La Cena del Señor también recibe el nombre de Conmemoración de la muerte de Cristo.
 
¿Por qué conmemorar la muerte de Jesús?

La respuesta tiene que ver con lo que esa muerte implicaba. Jesús murió como el mayor defensor de la soberanía de Jehová. De esa manera probó que Satanás miente al acusar a los seres humanos de servir a Dios solo por motivos egoístas (Job 2:1-5; Proverbios 27:11). Al morir como humano perfecto, Jesús también “[dio] su alma en rescate en cambio por muchos” (Mateo 20:28). Cuando Adán pecó contra Dios, perdió la vida humana perfecta y las perspectivas que esta ofrecía. Pero “tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). En efecto, “el salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23).
 
Por eso, la muerte de Jesucristo está vinculada a las dos mayores expresiones de amor: el gran amor que mostró Jehová por la humanidad al dar a su Hijo, y el amor abnegado que Jesús demostró por la humanidad al estar dispuesto a entregar su vida humana perfecta. La Conmemoración de la muerte de Jesús magnifica estas dos expresiones de amor. Ya que somos objeto de dicho amor, ¿no deberíamos demostrar gratitud a cambio? Una manera de hacerlo es asistiendo a la conmemoración de la Cena del Señor.
 
El significado del pan y el vino


Jesús utilizó un pan y una copa de vino como emblemas, o símbolos, cuando instituyó la Cena del Señor. Tomó un pan, y “después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘[Este pan] significa mi cuerpo a favor de ustedes’” (1 Corintios 11:24). Tenía que partir el pan para que se distribuyera y se comiera porque, como estaba hecho de harina y agua y no tenía levadura, era quebradizo. En las Escrituras, la levadura simboliza el pecado (Mateo 16:11, 12; 1 Corintios 5:6, 7). Jesús no había cometido ningún pecado. Por eso, su cuerpo humano perfecto fue un sacrificio redentor adecuado para la humanidad (1 Juan 2:1, 2). ¡Qué apropiado, pues, que el pan que se utilizó para representar el cuerpo sin pecado de Cristo fuera sin levadura!
 
Jesús también dio gracias por la copa de vino tinto no adulterado y dijo: “Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre” (1 Corintios 11:25). El vino tinto de la copa representa la sangre de Jesús. Tal como la sangre de toros y machos cabríos sacrificados dio validez al pacto de la Ley que Dios celebró con la nación de Israel en el año 1513 a.E.C., la sangre que derramó Jesús al morir dio validez al nuevo pacto.
 
¿Quiénes deben participar de los emblemas?

Para saber quiénes tienen el derecho de participar de los emblemas de la Conmemoración, tenemos que comprender en qué consiste el nuevo pacto y quiénes están en él. La Biblia dice: “¡Mira! Vienen días —es la expresión de Jehová—, y ciertamente celebraré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto [...]. Ciertamente pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la escribiré. Y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo. [...] Porque perdonaré su error, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:31-34).
 
El nuevo pacto hace posible que se entable una relación especial con Jehová Dios. Mediante dicho pacto, cierto grupo de personas se convierte en Su pueblo y Él se convierte en su Dios. La ley de Jehová está escrita dentro de ellas, en su corazón, e incluso personas que no son israelitas circuncisos pueden entrar en una relación de pacto con Dios (Romanos 2:29). Tal como registró el escritor bíblico Lucas, el propósito divino es “dirigi[r] su atención a las naciones para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Según 1 Pedro 2:10, estos “en un tiempo [...] no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”. Las Escrituras los llaman “el Israel de Dios”, es decir, el Israel espiritual (Gálatas 6:16; 2 Corintios 1:21). El nuevo pacto, por lo tanto, es un pacto entre Jehová Dios y el Israel espiritual.
 
La última noche que Jesús pasó con sus discípulos hizo un pacto diferente con ellos. “Hago un pacto con ustedes —les dijo—, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino.” (Lucas 22:29.) Se trata del pacto del Reino. El número de seres humanos imperfectos que son introducidos en dicho pacto asciende a 144.000. Tras ser resucitados a la vida celestial, gobernarán con Cristo en calidad de reyes y sacerdotes (Revelación [Apocalipsis] 5:9, 10; 14:1-4). Así que, quienes están en el nuevo pacto con Jehová Dios se hallan también en el pacto del Reino con Jesucristo. Ellos son los únicos que tienen el derecho de participar de los emblemas de la Cena del Señor.
 
¿Cómo saben los que toman de los emblemas de la Conmemoración que están en una relación singular con Dios y que son coherederos con Cristo? Pablo explica: “El espíritu [santo] mismo da testimonio con nuestro espíritu [nuestra disposición mental] de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente” (Romanos 8:16, 17).
 
Dios unge a los coherederos de Cristo mediante su espíritu santo, o fuerza activa, lo cual les da la seguridad de que son herederos del Reino y crea en ellos una esperanza celestial. Los cristianos ungidos entienden que todo lo que las Escrituras dicen sobre la vida en los cielos se dirige a ellos. Además, están dispuestos a sacrificar todos sus vínculos con la Tierra, inclusive la vida terrenal y todas las relaciones humanas. Aunque saben que la vida en el Paraíso terrestre sería maravillosa, no abrigan esta esperanza (Lucas 23:43). Gracias a la actuación del espíritu de Dios en ellos, y no debido a ideas religiosas falsas, tienen una esperanza celestial inalterable y por eso participan con todo derecho de los emblemas de la Conmemoración.
 
Supongamos que cierta persona no está totalmente segura de que forma parte del nuevo pacto y del pacto del Reino. Digamos que tampoco tiene el testimonio del espíritu de Dios de que es coheredero con Cristo. 

En tal caso sería incorrecto que participara de los emblemas de la Conmemoración. En realidad, a Dios no le agradaría el que alguien que no hubiera recibido la llamada para ser rey y sacerdote en los cielos simulara intencionalmente haberla recibido (Romanos 9:16; Revelación 22:5).
 
¿Con qué frecuencia debe observarse?

¿Debe conmemorarse la muerte de Jesús todas las semanas o todos los días? Pues bien, Cristo instituyó la Cena del Señor y fue ejecutado injustamente en el día de la Pascua, que se celebraba solo una vez al año, el 14 de Nisán, en conmemoración de la liberación de Israel del cautiverio egipcio (Éxodo 12:6, 14; Levítico 23:5). De modo que la muerte de “Cristo nuestra pascua” debe conmemorarse solo una vez al año, no semanal ni diariamente (1 Corintios 5:7). Cuando los cristianos observan la Cena del Señor, siguen el mismo procedimiento que fijó Jesús al instituirla.
 
¿Qué significan, entonces, las siguientes palabras de Pablo: “Cuantas veces coman este pan y beban esta copa, siguen proclamando la muerte del Señor, hasta que él llegue”? (1 Corintios 11:26.) En este texto, Pablo empleó un vocablo que significa “cada vez que” o “siempre que”. Por lo tanto, estaba diciendo que cada vez que los cristianos ungidos participaran de los emblemas, proclamarían su fe en el sacrificio redentor de Jesús.
 
Los cristianos ungidos recordarían la muerte de Cristo “hasta que él lleg[ara]”. Esta conmemoración se llevaría a cabo hasta que Jesús llegara para recibir a sus seguidores ungidos en el cielo mediante una resurrección a la vida espiritual durante su “presencia” (1 Tesalonicenses 4:14-17). Lo anterior armoniza con las siguientes palabras de Cristo a los once apóstoles leales: “Si prosigo mi camino y les preparo un lugar, vengo otra vez y los recibiré en casa a mí mismo, para que donde yo estoy también estén ustedes” (Juan 14:3).
 
¿Qué significa para usted?

¿Es necesario que participemos de los emblemas de la Conmemoración a fin de beneficiarnos del sacrificio de Jesús y recibir la vida eterna en la Tierra? No. No hay nada en la Biblia que indique que, una vez resucitados, participarán de estos emblemas siervos temerosos de Dios como Noé, Abrahán, Sara, Isaac, Rebeca, José, Moisés y David. Sin embargo, ellos y todos los demás que deseen vivir para siempre en la 
Tierra tendrán que ejercer fe en Dios, en Cristo y en la provisión divina del sacrificio redentor de Jesús (Juan 3:36; 14:1). Si usted quiere obtener la vida eterna, tiene que ejercer esa fe también. Su presencia en la Conmemoración anual de la muerte de Cristo le recordará ese gran sacrificio y profundizará su aprecio por él.
 
El apóstol Juan recalcó la importancia del sacrificio de Jesús cuando dijo: “Les escribo estas cosas [a ustedes, compañeros ungidos míos] para que no cometan un pecado. Y no obstante, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1, 2). Los ungidos pueden decir que el sacrificio de Jesús es una cubierta propiciatoria por sus pecados. Pero también es un sacrificio por los pecados de todo el mundo, lo cual hace posible que la humanidad obediente reciba la vida eterna.

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