Muy probablemente, hacer las paces con un hermano ofendido pondrá a prueba nuestra humildad. La persona humilde no discute con sus hermanos en la fe para hacer valer los derechos que supuestamente tiene. Eso crearía un ambiente tenso, parecido al que existió entre algunos cristianos de la antigua Corinto, a quienes el apóstol Pablo escribió estas profundas palabras: “Significa del todo derrota para ustedes el que estén teniendo litigios unos con otros. ¿Por qué no dejan más bien que les hagan injusticias? ¿Por qué no dejan más bien que los defrauden?” (1 Cor. 6:7).
Jesús no dijo que debemos ir a hablar con nuestro hermano para convencerlo de que nosotros tenemos la razón y él está equivocado. Más bien, nuestro objetivo debe ser restaurar la paz. Debemos expresar con sinceridad lo que pensamos, pero también debemos reconocer que la otra persona se siente herida. Y, por supuesto, si hemos actuado mal, tenemos que disculparnos humildemente.
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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