En su Sermón del Monte, Jesús dio sabios consejos en cuestiones de moralidad. Él sabía que los miembros de nuestro cuerpo imperfecto pueden ejercer en nosotros una influencia peligrosa. Por eso dijo: “Si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado en el Gehena. También, si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar al Gehena” (Mat. 5:29, 30).
El ojo del que habló Jesús representa la capacidad de fijar nuestra atención en algo, y la mano simboliza las acciones que realizamos con las manos. Si nos descuidamos, estas partes del cuerpo pueden hacernos “tropezar” e impedir que andemos con Dios (Gén. 5:22; 6:9). Por consiguiente, si nos sentimos tentados a desobedecer a Dios, debemos tomar medidas tan drásticas como arrancarnos un ojo o cortarnos una mano, por decirlo así.
¿Cómo podemos impedir que nuestros ojos se fijen en cosas inmorales? Job, un fiel siervo de Dios, declaró: “Un pacto he celebrado con mis ojos. Por eso, ¿cómo pudiera mostrarme atento a una virgen?” (Job 31:1). Job era un hombre casado que estaba resuelto a no violar las leyes morales de Dios. Y nosotros debemos tener esa misma actitud, sea que estemos casados o solteros. Para evitar la inmoralidad sexual necesitamos la guía del espíritu santo, el cual produce autodominio en los que aman a Dios (Gál. 5:22-25).
Así, hacemos bien en preguntarnos: “¿Permito que mis ojos despierten en mí un apetito por imágenes o textos inmorales, que tan fácilmente se encuentran en libros, Internet o programas de televisión?”. Recordemos estas palabras del discípulo Santiago: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte” (Sant. 1:14, 15). Por lo tanto, si alguien que está dedicado a Dios “sigue mirando” a una persona del sexo opuesto con intenciones inmorales, tiene que hacer cambios radicales; debe, por decirlo así, arrancarse el ojo y tirarlo (léase Mateo 5:27, 28).
Las manos pueden convertirse en un instrumento peligroso, pues con ellas es posible violar gravemente las normas morales de Jehová. Por eso, debemos estar resueltos a permanecer puros siguiendo esta exhortación de Pablo: “Amortigüen [o “den muerte a”] [...] los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría” (Col. 3:5; Traducción en lenguaje actual). Estas palabras ponen de relieve las contundentes medidas que hay que tomar para luchar contra los deseos carnales.
Con tal de salvar la vida, muchas personas han permitido que les amputen una extremidad. Pues bien, para huir de los pensamientos y actos inmorales que pueden acabar con nuestra vida espiritual, es esencial que, en sentido figurado, nos arranquemos un ojo o nos cortemos una mano. Mantener la pureza mental, moral y espiritual es la única manera de escapar del Gehena, es decir, de la destrucción eterna.
Debido al pecado heredado y la imperfección, exige esfuerzo mantenernos puros. Pablo dijo: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo” (1 Cor. 9:27). Por consiguiente, resolvámonos a aplicar los consejos de Jesús en cuestiones de moralidad. Jamás hagamos algo que demuestre falta de gratitud por su sacrificio redentor (Mat. 20:28; Heb. 6:4-6).
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