Fuente de los mensajes.
Un aspecto sobresaliente del espiritismo es la pretensión de establecer comunicación con los muertos. Como los muertos “no tienen conciencia de nada en absoluto”, la comunicación con ellos es totalmente imposible. (Ec 9:5.) La ley que Dios dio a Israel prohibía el que alguien preguntase a los muertos y decretaba que la práctica de espiritismo merecía la pena capital. (Le 19:31; 20:6, 27; Dt 18:9-12; compárese con Isa 8:19.) Asimismo, en las Escrituras Griegas Cristianas se dice que los que practican espiritismo “no heredarán el reino de Dios”. (Gál 5:20, 21; Rev 21:8.) En consecuencia, se infiere que cualquier supuesta comunicación con personas muertas, si no es una mentira deliberada por parte del que lo afirma, se establece con una fuente maligna opuesta a Jehová Dios.
La Biblia indica con claridad que esta fuente maligna son los espíritus inicuos, los demonios. (Véanse DEMONIO; POSESIÓN DEMONIACA.) Una situación que viene al caso es la de “cierta sirvienta” de la ciudad de Filipos que suministraba a sus amos mucha ganancia mediante “el arte de la predicción”, una de las prácticas relacionadas con el espiritismo. (Dt 18:11.) El relato dice claramente que la fuente de sus predicciones no era Dios, sino un “demonio de adivinación”, un espíritu inicuo. Por consiguiente, cuando el apóstol Pablo expulsó al espíritu inicuo, esta muchacha perdió sus poderes de predicción. (Hch 16:16-19.) Con respecto a la expresión griega pnéu‧ma pý‧thō‧na, traducida aquí “demonio de adivinación”, el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 44) dice: “[Pitón] era en la mitología griega el nombre de la serpiente o dragón [pítico], que moraba en [Pito], al pie del monte Parnaso, guardando el oráculo de Delfos, y que fue muerta por Apolo. De ahí, el nombre pasó al mismo Apolo. Más tarde la palabra se aplicó a los adivinos o magos, considerados como inspirados por Apolo. Ya que los demonios son los agentes que inspiran la idolatría, 1 Co 10:20, la joven en Hch 16:16 estaba poseída por un demonio que instigaba el culto a Apolo, y que por ello tenía ‘espíritu de adivinación’”.
En Israel.
Aunque Dios había promulgado leyes específicas en contra del espiritismo, los médium espiritistas aparecían de vez en cuando en la tierra de Israel. Quizás eran extranjeros que habían ido al país o personas a quienes los israelitas no habían dado muerte. El rey Saúl los eliminó del país durante su reinado, pero más tarde, probablemente para finales de su gobernación, volvieron a aparecer algunos médium espiritistas. Saúl demostró cuánto se había alejado de Dios al consultar ‘en En-dor a una mujer que era perita en mediación espiritista’. (1Sa 28:3, 7-10.)
Para cuando Saúl fue a la médium, hacía algún tiempo que Jehová le había retirado Su espíritu, y ya no respondía sus preguntas ni mediante sueños ni mediante el Urim (utilizado por el sumo sacerdote) ni mediante los profetas. (1Sa 28:6.) Dios ya no quería tener nada que ver con él, y el profeta Samuel no le había visto por un largo período de tiempo, desde antes de ungir a David como rey. Por lo tanto, no sería razonable pensar que Samuel, aun si estuviera vivo, volviera entonces para dar consejo a Saúl. Y seguro que Dios no haría que Samuel, a quien no había enviado en vida para hablar con Saúl, volviese entonces de los muertos para hablar con él. (1Sa 15:35.)
La posterior declaración de Jehová mediante Isaías muestra que no aprobaría la acción de Saúl ni cooperaría de ninguna manera con ella: “Y en caso de que les digan: ‘Recurran a los médium espiritistas o a los que tienen espíritu de predicción, que están chirriando y profiriendo expresiones en voz baja’, ¿no es a su Dios a quien debe recurrir cualquier pueblo? ¿Debe recurrirse a personas muertas en pro de personas vivas? ¡A la ley y a la atestación!”. (Isa 8:19, 20.)
Por lo tanto, cuando el relato dice: “Cuando la mujer vio a ‘Samuel’ se puso a gritar a voz en cuello”, es obvio que narra el suceso desde la óptica de la médium, que estaba engañada por el espíritu que se hizo pasar por Samuel. (1Sa 28:12.) A Saúl le aplicaba el principio que expresó el apóstol Pablo: “Así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas [...]. Aunque estos conocen muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten a los que las practican”. (Ro 1:28-32.)
La obra Commentary on the Old Testament (de C. F. Keil y F. Delitzsch, 1973, vol. 2, “First Samuel”, pág. 265) remite a 1 Crónicas 10:13 en la Versión de los Setenta, que añade las palabras “y Samuel el profeta le respondió”. (Bagster [en inglés].) El Commentary apoya lo que dan a entender estas palabras no inspiradas de la Versión de los Setenta, pero añade: “Sin embargo, los padres, los reformadores y los teólogos cristianos primitivos, con muy pocas excepciones, entendieron que la aparición de Samuel fue tan solo imaginaria, no real. Según la explicación de Efrén de Siria, una aparente imagen de Samuel se presentó ante la vista de Saúl por medio de artes demoniacas. Lutero y Calvino adoptaron el mismo punto de vista y los teólogos protestantes primitivos concordaron con ellos al considerar la aparición como nada más que un espectro diabólico, un fantasma, o espectro con la forma de Samuel, y lo que dijo, como una revelación diabólica permitida por Dios, en la que la verdad estaba mezclada con la falsedad”.
En una nota al pie de la página (“First Samuel”, págs. 265, 266), esta obra comenta: “Así Lutero dice [...] ‘La evocación de Samuel por una pitonisa o bruja, en 1 Sam. XXVIII. 11, 12, no podía ser más que un espectro del diablo; no solo porque las Escrituras dicen que lo efectuó una mujer que estaba llena de demonios (pues, ¿quién podría creer que las almas de los creyentes, que están en las manos de Dios, [...] estaban bajo el poder del diablo y de simples hombres?), sino porque, además, el que Saúl y la mujer inquirieran de los muertos contravenía directamente el mandato de Dios. El Espíritu Santo no puede actuar contra el mandato de Dios ni puede ayudar a los que lo hacen’. Calvino también considera la aparición como un simple espectro [...]: ‘Es cierto —dice— que no era realmente Samuel, pues Dios nunca habría permitido que Sus profetas estuvieran sujetos a estos conjuros diabólicos. Pues aquí está una pitonisa haciendo salir a los muertos del sepulcro. ¿Puede alguien imaginar que Dios deseara que se expusiera a Su profeta a tal ignominia, como si el diablo tuviera poder sobre los cuerpos y las almas de los santos que están a Su cuidado? Se dice que las almas de los santos descansan [...] en Dios, esperando su feliz resurrección.
Además, ¿debemos pensar que Samuel se llevó consigo la capa al sepulcro? Por todas estas razones, parece claro que la aparición no era más que un espectro, y que engañó tanto los sentidos de la mujer, que pensó que estaba viendo al mismo Samuel, aunque no lo fuera’. Los primeros teólogos ortodoxos también cuestionaron la realidad de la aparición de Samuel por las mismas razones”.
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