Sin embargo, ninguno de los dos forma parte del canon bíblico. ¿Se trata de escritos inspirados que se perdieron?
No hay razón para creer que esos dos libros fueron inspirados por Dios y luego se perdieron. Los escritores bíblicos inspirados se refirieron a un buen número de escritos. En el caso de algunos de ellos, es muy posible que realmente sean parte de la Biblia, pero se les llama con nombres que los lectores modernos desconocen. Por ejemplo, 1 Crónicas 29:29 menciona “las palabras de Samuel el vidente”, “las palabras de Natán el profeta” y “las palabras de Gad el hombre de visiones”. Estas tres denominaciones podrían ser una referencia colectiva a los libros que hoy conocemos como Primero y Segundo de Samuel, o quizás al libro de Jueces.
Por otro lado, a veces se hace referencia a escritos que tienen nombres parecidos a ciertos libros de la Biblia, pero que no son parte de ella.
Este sería el caso de cuatro libros antiguos llamados “el libro de los asuntos de los tiempos de los reyes de Judá”, “el Libro de los Reyes de Judá y de Israel”, “el Libro de los Reyes de Israel” y “el Libro de los Reyes de Israel y de Judá”. Aunque los nombres pueden sonar parecidos a los de los libros bíblicos que conocemos como Primero y Segundo de los Reyes, esos cuatro escritos no fueron divinamente inspirados ni tienen cabida en el canon bíblico (1 Rey. 14:29; 2 Cró. 16:11; 20:34; 27:7).
Probablemente fueron simples registros históricos que existían cuando el profeta Jeremías y Esdras escribieron los relatos que encontramos en la Biblia.
En efecto, algunos escritores bíblicos mencionaron o consultaron registros o documentos disponibles en su época, pero que no habían sido inspirados por Dios. Por citar otros casos, Ester 10:2 hace alusión al “Libro de los asuntos de los tiempos de los reyes de Media y Persia”. Y Lucas dijo haber “investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud” al preparar su Evangelio, lo que tal vez signifique que consultó los registros disponibles para trazar la genealogía de Jesús (Luc. 1:3; 3:23-38).
El Evangelio que Lucas escribió ciertamente fue inspirado por Dios, y su valor para nosotros no disminuye por el hecho de que este discípulo consultara registros que no eran inspirados.
En cuanto a los dos libros mencionados en la pregunta —“el libro de Jasar” y “el libro de las Guerras de Jehová”—, al parecer fueron documentos no inspirados. Por esa razón, Jehová no se encargó de preservarlos. Las referencias bíblicas a esos dos libros llevan a los expertos a la conclusión de que eran antologías literarias que hablaban de los conflictos entre Israel y sus enemigos (2 Sam. 1:17-27).
Una enciclopedia bíblica señala la posibilidad de que fueran “el repertorio de poesías y canciones de los cantantes profesionales del antiguo Israel, quienes preservaban las tradiciones épicas y líricas de la nación”. Hasta hombres que Jehová utilizó a veces para revelar profecías o relatar visiones escribieron documentos que Jehová no inspiró o no optó por incorporar a las Escrituras, que son “provechosa[s] para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia” (2 Tim. 3:16; 2 Cró. 9:29; 12:15; 13:22).
El hecho de que ciertos libros se mencionen en la Biblia y se hayan utilizado como fuente de información no significa que hayan sido inspirados. Sin embargo, podemos estar seguros de que contamos con todos los escritos que constituyen “la palabra de nuestro Dios”, la cual “durará hasta tiempo indefinido” (Isa. 40:8).
Así es: lo que Jehová decidió incluir en los 66 libros de la Biblia y conservar hasta nuestros días es precisamente lo que cada uno de nosotros necesita a fin de estar “completamente equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17).
¿Por qué no ver las Escrituras aquí?
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