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Tuesday, February 15, 2011

ABSALÓN (Padre [es decir, Dios] Es Paz).





El tercero de los seis hijos que le nacieron a David en Hebrón. Su madre era Maacá, la hija de Talmai, el rey de Guesur. (2Sa 3:3-5.) Absalón engendró tres hijos y una hija. (2Sa 14:27.) En 1 Reyes 15:2, 10 se le da el nombre de Abisalom. (Véase 2Cr 11:20, 21.)


La familia de Absalón se destacó por su belleza física. En toda la nación se alababa la sobresaliente hermosura de Absalón. Todos los años se afeitaba la cabeza, y el peso de su abundante cabellera, probablemente incrementado por el uso de aceites o ungüentos, era de unos doscientos siclos (unos 2,3 Kg.). 


Su hermana Tamar también era hermosa, y su hija, llamada Tamar como su tía, era “de apariencia sumamente hermosa”. (2Sa 14:25-27; 13:1.) Sin embargo, lejos de favorecerles, su belleza hasta contribuyó a ciertos sucesos lamentables que causaron inmenso desconsuelo a David, el padre de Absalón, y también a otros, y que produjeron gran perturbación a la nación.


Asesinato de Amnón.


 La hermana de Absalón, Tamar, era una mujer de gran belleza. Amnón, el medio hermano mayor de Absalón, se enamoró locamente de ella. Fingiéndose enfermo, se las arregló para que se enviara a Tamar a su habitación a fin de cocinar para él, y entonces la violó. El amor erótico de Amnón se convirtió en odio y desprecio, e hizo que se la echara a la calle. Allí la encontró Absalón, con ceniza sobre la cabeza y después de haberse rasgado el traje talar rayado que la había distinguido como hija virgen del rey. En seguida se dio cuenta de lo sucedido y sospechó de Amnón, lo que indica que antes de este suceso ya era consciente del deseo apasionado de su medio hermano. Sin embargo, le dijo a su hermana que no presentase ninguna acusación, y se la llevó a su casa para que residiera allí. (2Sa 13:1-20.)


Según John Kitto, el que fuese Absalón quien se encargase de Tamar y no su padre estaba de acuerdo con la costumbre oriental, pues en una familia polígama los hijos de la misma madre son los que están más unidos y las hijas “llegan a estar bajo el cuidado y la protección especial de su hermano, a quien, [...] en todo lo que tiene que ver con su seguridad y honra, se acude más que al padre mismo”. (Daily Bible Illustrations, Samuel, Saúl y David, 1857, pág. 384.) Mucho antes, Leví y Simeón, dos de los hermanos carnales de Dina, también fueron quienes asumieron la responsabilidad de vengar la deshonra de su hermana. (Gé 34:25.)


Al enterarse de la humillación de su hija, David se encolerizó mucho, pero no juzgó al ofensor, quizás por no existir ninguna acusación directa o formal respaldada con pruebas o testigos. (Dt 19:15.) Absalón tal vez prefirió que no trascendiera el hecho de que Amnón había violado la ley registrada en Levítico (Le 18:9; 20:17) con el fin de evitar mala publicidad para su familia y su propio nombre, pero de todas formas abrigó un odio asesino contra Amnón, aunque exteriormente se controlaba a la espera del momento propicio para vengarse a su propio modo. (Compárese con Pr 26:24-26; Le 19:17.) Desde entonces en adelante su vida es un ejemplo clásico de perfidia, y ocupa la mayor parte de seis capítulos de Segundo de Samuel. (2Sa 13:21, 22.)


Pasaron dos años.


 Llegó el tiempo de esquilar las ovejas, y como era una ocasión festiva, Absalón organizó un banquete en Baal-hazor, a unos 22 Km. al NNE. de Jerusalén, e invitó a los hijos del rey y al rey David mismo. Cuando este se excusó de asistir, Absalón insistió en que enviara en su lugar a su primogénito, Amnón. (Pr 10:18.) 


Durante el banquete, cuando Amnón estaba de “humor alegre con el vino”, Absalón ordenó a sus siervos que le dieran muerte. Los otros hijos volvieron a Jerusalén y Absalón se fue al exilio a Guesur, al E. del mar de Galilea, donde reinaba su abuelo sirio. (2Sa 13:23-38.) La “espada” que había predicho el profeta Natán acababa de entrar en la “casa” de David, donde continuaría por el resto de su vida. (2Sa 12:10.)


Recupera el favor.


 Después de tres años, cuando el dolor de David por la pérdida de su primogénito se había aliviado hasta cierto grado, empezó a sentir nostalgia por su hijo Absalón. Leyendo los pensamientos de su tío el rey, Joab se valió de una estratagema para conseguir que concediera un perdón condicional a Absalón y lo repatriara, aunque sin tener derecho a comparecer en la corte de su padre. (2Sa 13:39; 14:1-24.) Absalón aguantó este extrañamiento por dos años y luego empezó a manejar los asuntos para obtener el perdón completo. Cuando Joab, como funcionario de la corte real, rehusó visitarle, Absalón mandó quemar su campo de cebada, y cuando este le visitó indignado, le dijo que deseaba que el rey tomara una decisión final, y añadió: “Si hay error alguno en mí, él entonces tiene que darme muerte”. Después que Joab remitió el mensaje, David recibió a su hijo, quien inmediatamente cayó al suelo en símbolo de total sumisión, ante lo que el rey le dio un beso en señal de perdón completo. (2Sa 14:28-33.)


Se vuelve traidor. 


Sin embargo, parece que todo afecto natural o filial que Absalón hubiera sentido por David desapareció durante los cinco años que estuvo separado de su padre. Es posible que los tres años de asociación con la realeza pagana plantaran en él la influencia corrosiva de la ambición. Posiblemente Absalón se veía como heredero al trono debido a que era de ascendencia real tanto por parte de padre como de madre. Puesto que no se hace mención de Kileab (Daniel), el segundo hijo de David, después del relato de su nacimiento, es posible que hubiera muerto, con lo que Absalón sería el mayor de los hijos que aún le quedaban con vida a David. (2Sa 3:3; 1Cr 3:1.) No obstante, después del nacimiento de Absalón, Dios le había prometido a David que habría una “descendencia” futura que heredaría el trono, de manera que Absalón debió haber sabido que Jehová no lo había escogido para ser rey. (2Sa 7:12.) De todos modos, una vez que recuperó su rango real, empezó una campaña política solapada. Con consumada pericia, fingió gran interés en el bienestar público y se presentó como un hombre del pueblo. Insinuaba con cuidado a la gente, y en particular a los que no eran de la tribu de Judá, que la corte del rey no se interesaba lo suficiente en los problemas del pueblo y que se necesitaba con urgencia un hombre de gran corazón como él. (2Sa 15:1-6.)


No se sabe con seguridad a qué período aplicar la expresión “al cabo de cuarenta años”, que aparece en 2 Samuel 15:7, y en la Septuaginta (edición de Lagarde), la Versión Peshitta siriaca y la Vulgata latina se vierte “cuatro años”. Sin embargo, no parece probable que Absalón esperara seis años para cumplir un voto, si se cuentan los “cuatro años” desde que fue completamente perdonado. (2Sa 14:28.) Puesto que durante el reinado de David, y después de los acontecimientos considerados aquí, sobrevino un hambre de tres años, se peleó una guerra contra los filisteos y tuvo lugar el intento de Adonías de apoderarse del trono, es evidente que el punto de partida desde donde el escritor cuenta los “cuarenta años” tuvo que haber sido muy anterior al principio del reinado de cuarenta años de David, y quizás se refiera a cuatro décadas desde que Samuel lo ungió por primera vez. Esto explicaría que Absalón todavía fuera un “joven” para ese tiempo (2Sa 18:5), puesto que nació entre los años 1077 y 1070 a. E.C.


Convencido de que había conseguido bastantes seguidores por todo el reino, Absalón usó un pretexto a fin de obtener el permiso de su padre para ir a Hebrón, la capital original de Judá. Desde allí organizó rápidamente una conspiración a gran escala a fin de apoderarse del trono, para la que contó con una red nacional de espías que tenía que proclamar su gobernación real en un momento fijado de antemano. Después de ofrecer sacrificios para invocar la bendición de Dios sobre su gobernación, obtuvo el apoyo del consejero más respetado de su padre, Ahitofel, y muchas personas se pusieron de su parte. (2Sa 15:7-12.)


Debido a que se encaraba a una importante crisis y preveía un ataque a gran escala, David optó por abandonar el palacio junto con todos los miembros de su casa, aunque contaba con el apoyo leal de una gran cantidad de hombres fieles, como los sacerdotes principales, Abiatar y Sadoc, a quienes envió de regreso a Jerusalén para que sirvieran de enlaces. Mientras subía por el monte de los Olivos, descalzo, con la cabeza cubierta y llorando, salió a su encuentro Husai, el “compañero” del rey, y David también lo envió a Jerusalén para que frustrara el consejo de Ahitofel. (2Sa 15:13-37.) Acosado por oportunistas, uno en busca de favor, otro con espíritu partidista y dando rienda suelta a sus sentimientos de odio, David demuestra un talante humano muy superior al de Absalón por su sumisión humilde y por negarse a devolver mal por mal. Cuando Simeí le tiró piedras y lo maldijo, David rechazó la petición de su sobrino Abisai de “quitarle la cabeza”, con el siguiente razonamiento: “Miren que mi propio hijo, que ha salido de mis mismas entrañas, anda buscando mi alma; ¡y cuánto más ahora un benjaminita! ¡Déjenlo para que invoque el mal, porque así se lo ha dicho Jehová! Quizás vea Jehová con su ojo, y Jehová realmente me restaure el bien en vez de su invocación de mal este día”. (2Sa 16:1-14.)


Después de ocupar Jerusalén y el palacio, Absalón aceptó la aparente defección de Husai, aunque primero hizo una referencia sarcástica al hecho de que hubiera sido el fiel “compañero” de David. Luego, siguiendo el consejo de Ahitofel, tuvo relaciones ante los ojos de todo Israel con las concubinas de su padre como prueba de que había roto por completo con él y estaba absolutamente resuelto a mantener el control del trono. (2Sa 16:15-23.) De este modo se cumplió la parte final de la profecía inspirada de Natán. (2Sa 12:11.)


Entonces Ahitofel instó a Absalón para que le diera autoridad con el fin de conducir una fuerza de combate contra David aquella misma noche y así darle el golpe de gracia antes de que sus fuerzas pudieran organizarse. Aunque complacido, Absalón todavía pensó que sería sabio oír la opinión de Husai. Este, dándose cuenta de que David necesitaba tiempo, le describió gráficamente un plan ideado quizás con el propósito de aprovecharse de cualquier conato de cobardía de Absalón (quien hasta ese momento había demostrado más arrogancia y astucia que valor), así como de estimular su vanidad. Husai recomendó tomar tiempo primero para reunir un ejército abrumador que debía ponerse bajo el mando del mismo Absalón. Por intervención divina, se aceptó este consejo. Ahitofel debió considerar que la sublevación era una causa perdida y se suicidó. (2Sa 17:1-14, 23.)


Como medida precautoria, Husai mandó unos emisarios a David para que le informaran sobre el consejo de Ahitofel, y a pesar de que Absalón intentó prender a estos correos clandestinos, David recibió la advertencia, cruzó al otro lado del Jordán y subió a las colinas de Galaad hasta Mahanaim (donde Is-bóset había tenido su capital). Allí se le recibió con muestras de generosidad y bondad. Al prepararse para el conflicto, David organizó sus fuerzas cada vez mayores en tres divisiones, que puso bajo Joab, Abisai e Ittai el guitita. Aceptó el consejo de permanecer en la ciudad, ya que su presencia era de más valor allí, y de nuevo demostró su sorprendente magnanimidad hacia Absalón al ordenar en público a sus tres capitanes: “Traten con suavidad, por mi causa, al joven Absalón”. (2Sa 17:15–18:5.)


Batalla decisiva y muerte de Absalón. 


Las fuerzas recién formadas de Absalón sufrieron una derrota aplastante a manos de los expertos combatientes de David. La batalla llegó hasta el bosque de Efraín. Mientras huía cabalgando sobre su mula real, Absalón pasó por debajo de las ramas bajas de un gran árbol y debió de enredársele el pelo en la horquilla de una rama, de manera que quedó suspendido en el aire. El hombre que informó a Joab que le había visto dijo que no hubiera desobedecido la solicitud de David matando a Absalón ni por “mil piezas de plata [si eran siclos, c. 2.200 dólares (E.U.A)]”, pero Joab no sintió tal reparo. Lanzó tres dardos y se los clavó en el corazón, después de lo cual diez de sus hombres se unieron a su capitán, compartiendo así la responsabilidad de la muerte de Absalón. Luego arrojaron su cuerpo en un hueco y lo cubrieron con un montón de piedras, indicando de este modo que no era digno de recibir sepultura. (2Sa 18:6-17; compárese con Jos 7:26; 8:29.)


Cuando los mensajeros llegaron a Mahanaim, donde estaba David, su principal preocupación era su hijo. Al enterarse de su muerte, se puso a andar de acá para allá en la cámara del techo, llorando: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”. (2Sa 18:24-33.) El razonamiento directo y categórico de Joab fue lo único que consiguió sacar a David de su gran pesar debido al trágico desenlace y el final que había tenido este joven astuto y de gran atractivo físico, cuya ambición desenfrenada le había llevado a luchar contra el ungido de Dios y a su propia ruina. (2Sa 19:1-8; compárese con Pr 24:21, 22.)


A juzgar por el encabezamiento del Salmo 3, David lo escribió durante el tiempo de la sublevación de Absalón.


Monumento de Absalón. 


Absalón erigió una columna en la “llanura baja del Rey”, llamada también “llanura baja de Savé”, cerca de Jerusalén. (2Sa 18:18; Gé 14:17.) Levantó este monumento debido a que no tenía hijos mediante quienes conservar su nombre después de su muerte. Por lo tanto, parece ser que sus tres hijos mencionados en 2 Samuel 14:27 murieron siendo aún jóvenes. A Absalón no se le enterró en la ubicación de su monumento, sino que lo arrojaron a un “hueco” del bosque de Efraín. (2Sa 18:6, 17.)


En el valle de Cedrón hay un monumento cortado de la misma roca llamado “tumba de Absalón”, pero su estilo arquitectónico indica que es del período grecorromano, quizás del tiempo de Herodes. Por consiguiente, no hay ninguna base para relacionar el nombre de Absalón con este monumento.

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